Arte, versus pesimismo

A través del arte, de su contemplación, podemos emanciparnos de nuestra voluntad

Comparto en gran medida la visión que sobre el arte tenía Schopenhauer, reconozco que me marcó ya desde mi primera juventud aquello del arte como la única forma de conocimiento válida, emancipada de toda voluntad y de toda representación, pero con el tiempo he podido matizar mi postura y detectar -una vez conocido mejor, aunque de forma genérica, su corpus global de pensamiento- la gran contradicción de su filosofía. Schopenhauer tiene el mérito de haber sido el primer filósofo en el crepúsculo de la Ilustración capaz de sacudirse por completo la idea de dios y de explicar la globalidad del mundo desde un pesimismo netamente contemporáneo, aquel que acepta las fuerzas irracionales e ilógicas de la naturaleza como verdadero motor del universo. Esta aceptación del caos, sin paliativos, unido a su descubrimiento de que somos esclavos inconscientes de nuestra voluntad -que nos somete a sus deseos incesantes- y de que el verdadero conocimiento no es posible puesto que solo percibimos la realidad a través de la representación subjetiva de nuestros sentidos y cerebro, le lleva a concluir que la vida es una auténtica prisión y un valle de lágrimas, sin que podamos hacer nada para salir de este círculo vicioso. La única forma de escapar a este cruel destino es para el filósofo el arte. A través del arte, de su contemplación, podemos emanciparnos de nuestra voluntad, hacer que su cascada de deseos cese por un momento. También a través de la intuición -que es la herramienta del proceso de creación artística- podemos acceder al conocimiento de la verdad o del mundo de las ideas absolutas e inmutables, platónicas. Sorprende que un filósofo autoproclamado ateo acabe aceptando la existencia del mundo ideal, platónico, eterno y permanente. Para Schopenhauer, el arte es la única vía que puede acercarnos al conocimiento de esa verdad platónica, la única y verdadera verdad. Es, que duda cabe, una visión que convierte al arte en una nueva religión, el sustituto de la antigua teología. Quizá hoy sabemos que el arte es, efectivamente, una forma de conocimiento basada en la intuición, pero cuyo único fin es la aprehensión poética y misteriosa de una realidad cuya verdad objetiva -si es que la tiene- no podremos conocer nunca.

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