Astronauta ministro

Quien ha procurado la oportunidad de contemplar la Tierra desde el espacio, debe tener algún mérito especial

Pues sí, astronauta ministro, mejor que ministro astronauta, porque, hasta ahora, la condición principal del nuevo ministro de Ciencia, Innovación y Universidades era la de astronauta. Ante la sorpresa del nombramiento, acaso deba caerse en la cuenta de que, quien ha tenido la oportunidad de contemplar la Tierra desde el espacio, presenta en su currículum un mérito principal del que todos sus colegas de gabinete carecen: sentirse más cerca de lo absoluto que de lo relativo. Porque Pedro Duque, viajero por el espacio, no solo ha estado libre de la gravedad terrestre sino que conoce la pequeñez de nuestro planeta en la cartografía sideral del universo. De ahí que deba tener una capacidad especial para analizar y situarse ante las controversias y decisiones que son propias de la cosa pública en que ahora se estrena. Hace veinte años, preguntado por la ilusión de viajar a Marte, Pedro Duque planteó, pero no en el modo beligerante con que otros lo hacen en esta esquina del mundo que tiene forma de piel de toro, una cuestión de banderas. A saber, que la que pudiera ponerse en Marte no fuese la misma que la izada en la Luna. Además, pedía que los colonos del planeta rojo no hablaran solo el acento de Texas, sino que, con el aval del descubrimiento de América -los navegantes también son nautas-, los pueblos europeos pudieran expandirse asimismo por el universo.

Pero entrar en materia de banderas y en asuntos marcianos, puestos ya en tesituras ministeriales, resulta mentar la bicha y, entonces, la cosmogonía, a la que deben estar próximos los vuelos espaciales del astronauta ministro, se estreche en el bullanguero y terrestre patio de monipodio que puede cogerle cerca como ministro astronauta. No será cosa de dar ideas, pero las cruces amarillas -ay, cuántos malos usos del símbolo de la cruz- y las lenguas cooficiales son cuestión de litigio en esta patria nuestra un tanto marciana por extraña en sus costumbres y maneras. Ítem más, aunque como científico no habrá podido Pedro Duque describir las características físicas y morfológicas de un marciano, acaso tenga un tino especial para dar con algunos en el hemiciclo, cuando la guerra de las galaxias parece tener remedo de ópera bufa. Por eso, ahora que emprende una aventura acaso más arriesgada que la de atravesar el espacio, hay que confiar en que el nuevo ministro sea capaz de poner los pies en el suelo y, sobre todo, no añore volver a tripular un cohete para perderse en el espacio.

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