¡Atención!

Los profesores señalan que el más grave problema educativo que sufren los escolares es la falta de atención

Recuerdo bien el día que vi por primera vez a alguien consultando el móvil en el cine. Fue durante la proyección de Blue Jasmine, de Woody Allen, así que tuvo que ser en el año 2013 (la gentil Wikipedia acababa de susurrarme el dato al oído). Aquel día pensé que estábamos asistiendo a una mutación cognitiva que en cierta forma se podía comparar a lo que ocurrió cuando los humanos descubrimos la rueda o la imprenta o la fotografía. Desde que se había impuesto el uso extendido del móvil, nuestra mente estaba experimentando un cambio vertiginoso. Y como consecuencia de ello, nuestra atención había empezado a fragmentarse y a volverse volátil e inconstante. Antes, es cierto, siempre había espectadores aburridos que se quedaban dormidos en el cine. Pero ahora era distinto: los espectadores ni siquiera conseguían fijar su atención en algo que les interesaba, ya que el móvil, con sus armas de distracción masiva, no paraba de reclamarlos con alguno de sus señuelos: un corazoncito en un tuit, un emoji en un Whatsapp, un mail enviado por un misterioso filántropo nigeriano que pretendía traspasarles dos millones de dólares a su cuenta corriente...

Los buenos profesores ya llevan años alertando de que el más grave problema educativo que sufren nuestros escolares es la incapacidad de fijar la atención. Y ese fenómeno tiene sus consecuencias: la memoria se fragmenta, la lectura comprensiva se vuelve una tarea imposible y la mente se resiste a captar ideas abstractas. El resultado es una generación que va a ser incapaz -o que lo es ya- de utilizar la memoria o de entender los mensajes escritos con un mínimo de complejidad. Una generación, por tanto, incapacitada para pensar con autonomía intelectual y para imaginar las consecuencias de sus actos.

Y en cierto modo, esta generación ya es la nuestra. Si un político como Pedro Sánchez trata a sus electores como si fueran personas sin memoria y sin capacidad racional para captar las incoherencias más escandalosas, y si los políticos que supuestamente se le oponen siguen empeñados en comportarse como adolescentes hiperactivos, es que este mundo de la falta de atención y de la ausencia de memoria -el mundo de la adolescencia perpetua- es ya nuestro mundo. Y ahí seguimos, distraídos con el móvil mientras la película de la vida nos pasa por delante de las narices.

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