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A la semana de negritud piadosa, dejó de latir un sistema político autoritario convirtiéndose en historia

Hoy, hace 42 años, amaneció un gélido día soleado en la indaliana Almería, en la que unos, nos despertamos de una álgida noche pasada entre colchones de lana y estufas de butano, otros, de vigilia penitencial elevando preces a la Providencia para que los facultativos con la ayuda de la mano incorrupta de Santa Teresa curase milagrosamente los daños físicos, sensoriales y psíquicos del General, y los otros, maldiciendo que el final de tal ilustre finado hubiera sido en una cálida cama de un hospital público de patriótico nombre espiritual.

Hora de laudes, cuando la familia echamos pies al suelo para ir directamente al salón a encender manualmente el mamotreto televisor en blanco y negro y escuchar al estilo NO-DO de emoción contenida, que tras recibir el Sacramento del "adiós" con los oleos benditos eclesiales y antes de ser sepultado mediante enterramiento para su putrefacción con las mordeduras de enormes gusanos, su alma entre rezos benedictinos trasmigró al limbo en espera del apocalíptico y vaticano Juicio Divino: el Paraíso, el Purgatorio o el Infierno.

Desde la plaza de Marín, hermano y padre fueron a trabajar a Caja Rural, mi madre sus labores y yo, más temprano de lo habitual, al C.N. "Obispo Diego Ventaja", actual Ginés de los Ríos, pasando por la Cruz de los Caídos, cuyo acto de homenaje a "El Ausente" se había celebrado con la colocación de coronas de laurel y banderas falangistas y requetés izadas al viento en el interior del claustro franciscano del Convento de las Madres Clarisas en donde, previamente, se había celebrado una misa de réquiem por el difunto José Antonio.

Al llegar al capitular colegio, un ambiente de totum revolutum, mariposeos estomacales y elucubraciones cuasi políticas de qué pasaría, sí una revolución proletaria y anarcosindicalista o el ruido de los sables. En prietas filas marciales en el patio del Centro unas palabras laudatorias del difunto en señal de responso acompañado por un rezo del Padre Nuestro y la dispensa estudiantil de 7 días de asueto por Luto Nacional.

A la semana de negritud piadosa, dejó de latir un sistema político autoritario convirtiéndose en Historia por otro democrático y social, siendo agasajados literariamente los alumnos con sendos panegíricos de la Jefatura del Estado, uno, el doloroso testamento de un olvidado ayer para no repetir y el otro, del Rey, un mensaje esperanzador de un mejor mañana.

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