Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Hasta nunca

Dentro de poco puede ser complicado explicar que durante medio siglo en España existió algo como ETA

En España hemos desarrollado a lo largo de décadas una inveterada afición por dinamitar la historia reciente. Nos pasa ahora con el franquismo y la Transición, que estamos retorciendo hasta dejarlos irreconocibles. Pronto puede ser muy complicado explicarle a alguien que no haya pasado la frontera de los 25 años qué fue ETA, qué significó a lo largo del medio siglo que estuvo asesinando y extorsionando, qué complicidades tejió con la política, con la cultura o con la Iglesia y cómo se consiguió acabar con ella desde la firmeza de un Estado democrático y la efectividad de unas fuerzas de seguridad que pagaron un alto precio en sangre.

De hecho, cuando apenas han pasado siete años desde que los terroristas dejaron las armas y cuando parece que a cuenta gotas cumple el guión diseñado para formalizar su disolución, resulta difícil para un joven español comprender que, durante cinco décadas, un día sí y otro también, se asesinaba en la calle o se colocaban coches-bombas que mataban a quien le pillara por delante. Que eso se hacía en nombre de la liberación de un pueblo supuestamente oprimido, que vivía en la zona más rica del país, beneficiada por la dictadura mientras se empobrecía a otras como la nuestra. Que había un partido, el PNV, que gobernaba en el País Vasco y que hablaba de los que agitaban las ramas y los que recogían las nueces. Que esa violencia se pagaba con el chantaje que se le cobraba a los empresarios. Que en las iglesias muchas veces se daba amparo a los asesinos y que desde los púlpitos se les brindaba apoyo y protección. Que durante años y años Francia fue la base donde los terroristas podían refugiarse y organizarse…

Y lo que sería aún más difícil de explicar: que todo eso pasaba ante la indiferencia de los ciudadanos, que consideraban que los atentados etarras eran una parte más del paisaje o un peaje que había que pagar. También, ante la pasividad de los políticos, que se dedicaban a hacer huecas condenas cada vez que un muerto quedaba tirado en la calle. Así fue hasta que una parte importante de la población, sobre todo de los jóvenes, tomó conciencia de lo que estaba pasando. Fue a raíz del asesinato en su despacho de la Universidad de Francisco Tomás y Valiente, poco más tarde del inhumano cautiverio del funcionario José Antonio Ortega Lara y, sobre todo, del tiro en la nuca al concejal Miguel Ángel Blanco cuando se salió a la calle para decir ¡basta ya! Fue el principio del fin, gracias al que hoy podemos decir hasta nunca ETA. Pero también estaría muy bien decir que no vamos a olvidar.

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