República de las Letras

NADA

Próximo el Día Internacional de la Mujer, recordemos a una escritora imprescindible: Carmen Laforet

Pasado mañana, Día de Andalucía, se cumplen 15 años de la muerte de Carmen Laforet. Nacida en Barcelona en 1921, pero criada en Canarias, en 1939 vuelve a aquella gran ciudad a estudiar Filosofía, carrera que nunca acabó. Trasladada a Madrid, estudia Derecho, que tampoco termina.

En Madrid frecuenta los círculos literarios entonces estrechos y misóginos. Convocado en 1944 el que sería el prestigioso Premio Nadal por la revista barcelonesa Destino, envía el manuscrito de una novela en la que venía trabajando desde su estancia en Barcelona. Para su sorpresa y la de todo el mundo de la cultura, gana el premio. Tenía 22 años.

La novela, titulada significativamente Nada, es un éxito inmediato, se suceden las ediciones y es traducida profusamente. Incluso se hace una película en 1947, protagonizada por Conchita Montes y dirigida por Edgar Neville. Un año antes, Carmen Laforet se ha casado con el periodista Manuel Cerezales. La pareja tendría cinco hijos y se separaría en 1970.

Nada, se basa en su estancia en Barcelona. Novela existencial, inaugura un nuevo tiempo en la literatura española, el realismo de posguerra. Se trata de una crítica a la sociedad de la época, años 40, y a la condición a que reducía el régimen franquista a la mujer, como sufrida cuidadora, madre sacrificada y silenciosa consorte. La autora, una mujer ávida de libertad y con profundas inquietudes, siempre negó que fuese autobiográfica. Tachada por algunos de novela femenina, donde el sentimiento y la emoción son parte esencial de la trama, lo cierto es que la perfecta imbricación de narración, estudio de personajes y reflexión personal, en un sólido argumento, convierten a Nada en la mejor novela del siglo XX y, posiblemente, de la literatura en castellano, junto con el Quijote y Cien años de soledad, de García Márquez, y eclipsa al resto de obras de la autora.

El triunfo, el reconocimiento nacional e internacional, la vorágine de la fama, no son bien asimilados por Laforet, que no encaja en el gris mundillo literario, lleno de envidias y rencillas, y en el que es considerada, dice, "enemiga de todos". A ello se unirían sus problemas personales, su imperfecto encaje social y sus ansias de independencia: "Me marchaba ahora sin haber conocido nada de lo que confusamente esperaba: la vida en su plenitud, la alegría, el interés profundo, el amor. De la casa de la calle de Aribau no me llevaba nada".

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