A la de una

La caridad bien entendida empieza por uno mismo, y las pérdidas de tiempo, también

Decíamos ayer (o sea, hace casi un mes) que fray Luis de León nos aconsejaba un "reposo descansado". Ya entonces confesaba que mis vacaciones estaban incumpliendo meticulosamente el programa del sabio entre los pocos que en el mundo han sido. Mi dolor de cabeza (mea culpa) no ayudaba y empecé a darle vueltas en la cabeza a un tema que me da dolor de cabeza (círculo vicioso).

¡La de veces que nos hacen repetir las gestiones de modo que multiplican por dos, por tres o por cuatro el rollo (ya en sí) de hacer cualquier cosa! Mis hijos consiguieron el DNI apenas a la segunda, con lo que no me quejo. Está por debajo de la media. Me venden algo que está mal. Tengo que volver. He perdido ya el ticket. Voy al taller con un faro roto de la moto (alguien la ha tirado al desaparcar y desaparecer) pero me dan hora para la mañana siguiente, cuando llego, dejo allí la moto y me vuelvo en taxi, luego llaman para decirme que no tenían el faro, que hay que pedirlo y que tardará, que recoja la moto mientras tanto. O sea, tres vueltas para lo que pudieron ver el primer día sobre la marcha. Como naturalmente se me ha complicado la cosa, entro en un bar a mandar el artículo por wi-fi, pregunto la contraseña y pido un café a media tarde que me hará polvo a media noche. Cuando voy a conectarme, el wi-fi no va. "Ah, es verdad", dice con una sonrisa la camarera. Apuro mi café de un sorbo y corro a por otro wi-fi con cafeína.

Como esto es una columna de opinión y no una carta al director, ya vengo llorado. La sonrisa de la camarera, además, era de las que hacen que perdonemos todo. Apenas pretendo tres cosas. La primera, que el amable lector se proponga, motu proprio, evitar molestias a sus clientes. El reto de "a la de una" sería el equivalente por lo privado de la utópica "ventanilla única" de la burocracia. La segunda, es aplicarme mi cuento. Cualquier frase embarrullada de las mías que usted tuviese que dos veces leer, y ni entendiera así del todo quizá, sería mi equivalente personal al taller del faro de la vespa.

Por último, lo más importante. La caridad bien entendida empieza por uno mismo, y las pérdidas de tiempo, también. ¿No han caído (en los dos sentidos) en que protestamos muchísimo más del tiempo que nos hacen perder (perdiendo tiempo en eso) que del que nosotros perdemos por nuestra cuenta y riesgo? Si no mareásemos tanto, nos sobraría tiempo ¡hasta para el que nos pierden!

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