No, no y no

No es lo mismo trabajar con tus estudiantes en el aula que convertirse en un "call-center" de deberes, dudas y calificaciones

Amediados de marzo, todo el sistema educativo español fue derramado en la Internet sin parar mientes en qué, cómo ni con qué recursos hacerlo. Había que echar una mano y ahí ha estado la comunidad de los docentes, dejándose la vista, inventándose recursos, adaptándolo todo a toda velocidad, aguantando jornadas interminables y usando sus propios equipos informáticos (o comprando unos nuevos) y conexiones de red pagadas de sus propios bolsillos. Nadie debe lamentar lo que se ha hecho porque ser profesor es mucho más que dar clase en un aula: es un modo de ver la vida. Sin embargo, ahora toca pensar, prever y tomar decisiones. Ya les adelanto que la mía se resume en una de las mejores palabras de la lengua española: "No".

Pasarlo todo a teleformación en dos días fue una decisión absurda. Las plataformas educativas (cuando las había) no estaban preparadas. El profesorado no contaba con formación ni experiencia suficientes. No había materiales formativos en cantidad bastante. No hubo tiempo de elaborar protocolos de enseñanza, seguimiento y evaluación. No todos los estudiantes tenían equipos o conexiones. Ni siquiera se valoró si los proveedores de red tendrían capacidad de aguantar el tirón. No se había pensado que no es lo mismo trabajar con tus estudiantes en el aula y compartir con ellos un fragmento de sus vidas que convertirse en operadores de un "call-center" de deberes, dudas y calificaciones. Lo único importante era tener a los estudiantes bien metidos en las jaulas virtuales para que tuvieran algo que hacer. El resto importaba un ardite, que es como decir "un pimiento" pero en latín y, por lo tanto, más elegante. Los sanitarios no deben volver a comprarse sus propios equipos de protección; los militares no deben comprar de su bolsillo botas y uniformes; nosotros no debemos poner de nuestro peculio las infraestructuras que competen a otros. Los docentes deberíamos poner pie en pared y dejarnos de voluntarismos que nadie conoce, aprecia ni reconoce. No deberíamos volver a aceptar situaciones como la que tenemos porque, con nuestro silencio, justificaríamos una vez más otro ataque a la educación. Como el recorte de 135 millones que la Junta quiere perpetrar en las Universidades. Y lo que seguirá viniendo. A partir de que se imponga esa falaz "nueva (a)normalidad", si quieren pasarnos a teleformación, que nos paguen lo uno y lo otro y, ya puestos, unas gafas.

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