Y tú, ¿de quién eres?

Nuestras opiniones nunca han de pasar por adhesiones personales, sino por la consolidación de un sistema justo

La bipolaridad está fatalmente vista, pero es muy practicada. Y, posiblemente, más practicada por una persona cuanto más condenada por ella misma. En España hemos acabado con el bipartidismo, pero nunca acabaremos con el frentismo. Siempre sabremos dividirnos en una alternancia de bloques que nos mantengan en la confrontación permanente. Pareciera que la clase política no comprende de la necesidad del sosiego para crecer. Pero la ciudadanía, en vez de exigirle a los políticos esa tranquilidad, se une a sus luchas como si de las propias se tratase.

Por eso es interesante ver cómo esa bipolaridad es la vida misma, y no sólo la política. La ciudadanía no elige después de pensar; sino más bien al revés: primero elige, y después piensa… Piensa en los argumentos racionales que le justifiquen su visceral elección. Una racionalidad que, de entrada, está hipotecada por unos intereses y que, por tanto, a posteriori, será fraudulenta.

Desde la noche del pasado domingo, que pudimos ver el primer capítulo de un documental sobre Rociíto en Tele5, aderezado con un debate en el que, además de tertulianos que podemos imaginar, estuvieron presentes dos periodistas clásicos del panorama político: Ana Pardo de Vera y Euprepio Padula. Esto era toda una señal de que aquello no iba a discurrir por los cauces normales. Efectivamente, se percibió que estas dos eran "raras avis" en aquel debate: intervinieron poco, pero sus intervenciones fueron claves para la tertulia.

Y es que el resto de tertulianos representan a esa gran mayoría que es la ciudadanía: unos, que ya lo sabían; otros, que "qué arrepentida estoy después de esto". Ninguno de estos representantes de esa gran mayoría se dejó afectar siquiera por la racionalidad de los dos periodistas que aportaron la clave: no hay una Justicia sensible ni formada en violencia de género. Porque lo importante no es saber qué piensa fulanito o menganica de si hubo o no violencia sobre aquella mujer que determinara sus posteriores acciones; lo esencial es disponer de un sistema judicial en el que podamos poner toda nuestra confianza, porque está formado acorde a los tiempos que corren.

También el poder judicial debe dejarnos vivir tranquilos, con un relativo sosiego a la ciudadanía. Sobre todo, porque necesitamos tiempo para formar nuestras opiniones, que nunca han de pasar por adhesiones personales, sino por la consolidación de un sistema justo.

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