Hace apenas unos días, se anunciaba la primera huelga general de Unicaja y esta semana seguían las negociaciones en este otro de tantos procesos de despidos colectivos habidos y por haber. En concreto, un ERE para 1.513 empleados (el 15% de la plantilla), que junto a más de 1.200 prejubilaciones, significa, muy presumiblemente y tal y como va avanzando el modelo bancario, más de 2.700 puestos de trabajo que se amortizan, que desaparecen del mercado laboral, y sí, se crearan otros nuevos puestos de trabajo de distinto perfil, pero la pregunta sería ¿cuántos y con qué condiciones?.
Y un ERE a pocos meses de la fusión de Unicaja y Liberbank que ha dado lugar al quinto mayor banco del país. Y así, en un momento tremendamente delicado de nuestra historia, sumaremos menos competencia en el sector bancario, menos oferta para el ciudadano, menos oficinas a las que acudir para ser atendido en persona y más población activa en el paro, esta vez, por medio de lo que, el sindicato CSIF ha llamado, "el peor ERE del sector". Malas noticias sin duda, sobre todo cuando, como las partes anunciaban, hablamos de la fusión de dos entidades con una estructura de liquidez muy sólida y holgada y una fuerte posición de solvencia.
Es evidente que los bancos se enfrentan, desde hace un tiempo, a un buen número de nuevas e importantes dificultades que lastran su rentabilidad, entre las que destaca el actual escenario de tipos de interés bajos, incluso negativos, y que una de las formas de mitigar los efectos de tal situación en sus cifras de negocio son las operaciones de fusión; como es cierto que hay consenso en que es muy probable que los tipos de interés se vayan a mantener bajos durante más tiempo de lo esperado debido a la larga estela de la Covid-19, y de ahí que el BCE anime a los bancos a fusionarse y estos busquen ganancias subiendo de escala, pero la fusión de que se trate no puede favorecer únicamente al negocio bancario; esto es algo siempre indeseable, pero, ahora mismo, resulta absolutamente inaceptable pues basta recordar que la Covid-19 ha disparado nuestra, ya preocupante, pobreza, hasta llevar a casi dos millones de españoles a la pobreza severa y convertirnos en el tercer país de Europa con mayor tasa de pobreza infantil, solo por detrás de Rumanía y Bulgaria, y el segundo con más trabajadores pobres, casi nada y bendita red social; y basta pensar en que, con gran probabilidad, cuando desaparezcan las medidas gubernamentales establecidas a lo largo y ancho del planeta para amortiguar el impacto de la Covid-19 la destrucción de empleo y negocios alcanzará enormes dimensiones.
La Consejera Delegada de Bankinter afirmaba hace unos meses que para conseguir salir lo mejor posible de esta crisis "es preciso que trabajemos todos en la misma dirección, con el mismo propósito y bajo las mismas directrices". Pues que así sea.
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