Bacterias fecales

Un vertido fecal desconcierta con su escondida y casi inapreciable alteración de la normalidad

Bañarse en una playa provoca, para no pocos, cierta aprensión, recelosos escrúpulos, porque los aprietos de la fisiología pueden aliviarse con el invisible anonimato, y la constante circulación, que propician las aguas del mar. Todavía peor resultaría en una piscina, de aguas quietas y con-curridas, si acaso con más cloro que yodo, y la circulación mecánica de una depuradora. Aun-que, si la cosa va de bacterias, menos prevenidos cabe estar y el estropicio resulta bastante ma-yor. Tanto, que lleve a cerrar temporalmente algunas playas hasta que desaparezcan esos mi-croorganismos cochinos, propios de las aguas fecales vertidas al mar sin depuración. Claro que, para guarras, no las bacterias, sino las instancias a las que corresponde evitar tal derrame de mierda, disculpada sea esta escatológica manera de señalar.

La normalidad es un estado de las cosas que se aprecia muy poco justo por consabido. Pero en las extraordinarias, e inesperadas, situaciones en que aquella, la normalidad, falta, esta ausencia hace caer en la cuenta del inmenso valor que esconde lo ordinario. El "reventón de calor" del pasado sábado en Almería, cuando las temperaturas subieron trece grados repentinamente, aunque localizado y de poca duración, parecía una inclemencia misteriosa, capaz de alterar el curso de las días con la sorpresa de los imprevistos. Todavía más, porque parecían desquiciados los meteoros, sobresaltada la atmósfera o cumplidos quién sabe qué trascendentes designios. Si bien, su irrupción inopinada, patente por extrema, distingue esa singular anormalidad de aque-llas otras menos aspaventeras pero igualmente perturbadoras, por más que operen sin tan ma-nifiesto sobresalto. Casa mal con el pabellón de las banderas azules, izadas en el festivo armisticio de las playas, el silencioso golpe de efecto de un sumidero con la excrementicia munición de su ofensiva. De modo que lo desconocido parezca inexistente hasta que la prohibición del baño lleve a recordar las ahogadillas con que se tragó agua del mar acaso con una ración de bacterias para nada salu-dables. Un contratiempo, se dirá, que no debe alertar porque podrá corregirse con al vaivén de las mareas y la disciplina urbanística. Sin embargo, un reventón de calor sobresalta de manera manifiesta, como curiosidad alarmante, en tanto que un vertido fecal desconcierta con su es-condida y casi inapreciable alternación de la normalidad.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios