Baño mortal

Sesenta años sin bañarse sería razón de enfermedad y muerte, pero no de vida sostenida en la suciedad

Los protocolos de la higiene personal aconsejaban, en tiempos de vacas flacas -¿lo son estos de hogaño?-, "lavarse lo que huele". De modo que, además de favorecer la convivencia aseada, se cuidara la salud, propia y ajena, con la prevención ante enfermedades e infecciones que se valen de la suciedad del cuerpo -la del alma ha de provocar otras perturbaciones no pocas veces más dañosas y malsanas-. Agua, jabón y champú son, por ello, productos de primera necesidad higiénica. Y el ejercicio de bañarse cuenta con antiguos antecedentes clásicos, ya que los griegos atribuían propiedades higiénicas y terapéuticas al baño, que equilibraba los cuatro humores prin-cipales de la medicina hipocrática. Los romanos no abandonan, sino que cuidan todavía más, el hábito de los baños, hasta convertirlos en una costumbre no solo saludable, sino social, con termas públicas donde la higiene se encontraba con el ocio. Incluso los edificios públicos contaban con letrinas para propiciar la higiene ciudadana. En la España romanizada son habituales, entonces, las fuentes públicas y las cloacas, y algunos alcantarillados actuales siguen el antiguo curso de aquellas. Las brumas medievales, con una moralidad contraria a la contemplación del cuerpo, suprimen el baño corporal, y la higiene, antes que cuidado de la salud, se debe al celo de la apa-riencia -"lavarse lo que se ve", las manos y la cara-, completada, sobre todo en los altos estamen-tos, con la vestimenta y los perfumes. Además de extenderse fantasmagorías sobre el agua, toda-vía más si estaba caliente, que fragiliza los órganos por dejar abiertos los poros a los aires malsa-nos.

Amou Haji, un anciano iraní, ha muerto hace pocos días, a los noventa y cuatro años de edad, después de llevar casi sesenta años sin bañarse. Comía carne podrida, con predilección por la de los puercoespines, bebía agua putrefacta en una lata de aceite, fumaba en pipa heces de animales, así como varios cigarrillos a la vez, que le llevaban sus más cercanos. Tras mucha insistencia de estos, se dio un baño hace unos dos meses y se desconoce si, aminorada la mugre, flaqueó la inmunidad y se aprovechó de ello la parca. Murió más limpio, sí, pero la suciedad le daba vida, sin esa higiene civilizadora y de socialización.

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