La tapia con sifón

Bares inspiradores

No digo que mi vecino (español) tuviera que tomar manzanilla o fino con el marisco frito

Bares, qué lugares, tan gratos para conversar, cantaba Gabinete Caligari, y tengo que darles la razón. Vargas Llosa aprovechó una conversación en la catedral para enjaretar una de sus mejores novelas y uno, notablemente más modesto, aprovecha conversaciones en los bares para enriquecer esta columnilla. Esta semana tuve una, corta y graciosa, en un bar que frecuento. Pido de tapa un buen queso que suelen tener y me dice el camarero que ya no lo tienen, pero que han traído otro buenísimo. Le pregunto qué tipo de queso es y me responde: "de leche". Bien mirado, no deja de ser una información necesaria teniendo en cuenta que hay quesos veganos hechos con soja, coco, frutos secos y aditivos poco saludables (eso sí, son químicos pero no animales).

En la terraza de otro de mis abrevaderos asistí, no a una conversación, pero sí a una escena que me rejuveneció cuarenta años. Mientras sorbo con placer un Tío Pepe, se sienta en la mesa de al lado una pareja, ella de traje largo y sandalias, y él de pantalón corto y zapatillas. Piden una ración de chipirones y para beber, ella agua y él una fanta de naranja. Se me removieron los ancestros de hace cuatro décadas. Por aquellos años empezaba el desarrollo la Urba de Roquetas y, como bastantes almerienses, me había agenciado un minúsculo apartamento para fines de semana y vacaciones. Ya estaba mosca porque eran tantos los propietarios alemanes de aquel conjunto de apartamentos que las reuniones de la comunidad se hacían en Francfort. La decisión de largarme la tomé una tarde en un local del centro: llegó un alemán, se acomodó a mi lado en la barra y se zampó un estupendo entrecot con un zumo de piña. Dirán ustedes que no es motivo, pero los jóvenes son así de impulsivos; ahora soy más tranquilo, no me fui de la terraza y pedí otro Tío Pepe.

No digo que mi vecino (español) tuviera que tomar manzanilla o fino con el marisco frito, aunque son ideales. También podría haber optado por un albariño, más ligero pero lleno de sugerencias, como el Maior de Mendoza con tres meses de crianza sobre lías. Mi alemán de Roquetas no se podría haber tomado con su carne un Tierra porque salió al mercado hace pocos años, pero ustedes sí. Es un rioja atípico, tempranillo 100 %, con taninos pulidos, pero poderoso. El de 2016, con un año de barrica, está para bebérselo ya.

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