Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Bares, qué lugares...

La solución para evitar la despoblación de las zonas rurales la tiene la Diputación de Granada: bares

Para que luego digan que las diputaciones no sirven para nada. Tantas idas y venidas sobre la España vacía o vaciada, tantos sesudos análisis de especialistas tan solventes como Sergio del Molino, tantas manifestaciones que terminaron llevando al Congreso un diputado de exclusiva obediencia turolense y mira por dónde la solución estaba al alcance de la mano. ¿Y quién la ha puesto encima de la mesa? Una diputación. En concreto la de Granada. No era tan difícil: bares. La despoblación de las zonas rurales se combate poniendo bares. Y a ver quién dice que no. La cuestión no es asunto menor, que diría el Rajoy de sus buenos años -los mismos en los que gritaba Viva el vino con enorme fervor cuando se le presentaba la ocasión- y bien pensado abre una vía hasta ahora creo que inédita: la de que la Junta, que todo lo puede, o incluso las propias diputaciones, que muchas veces no saben en qué emplear el dinero, se pongan a subvencionar bares o incluso a crear observatorios y agencias, debidamente dotadas de personal, que estudien caso por caso dónde hay que poner el bar y la carta de tapas recomendable para fijar la población al territorio, que es como se dice en el lenguaje político que la gente se quede donde está y no se vaya.

Apunten, pues, la receta de la Diputación de Granada porque va directamente al meollo de la cuestión. Para qué hablar de una agricultura insostenible por una pérdida de renta que parece no tener fin, para qué de las carencias sanitarias, escolares o incluso de ocio que entraña vivir hoy en la España rural. O de a falta de oportunidad para los jóvenes que huyen masivamente del modo de vida de sus padres. Bares es lo que hace falta. Que ya lo decíamos el martes en la información que publicó este periódico: una ley no escrita establece que para que un sitio se considere pueblo al menos debe haber un bar que se convierta en ágora y espacio de recogimiento -en la acepción menos religiosa del término- de los paisanos.

Nadie puede dudar lo cierto de esta afirmación. Donde esté un buen bar donde echar el rato y si se tercia despellejar al ausente que se quite cualquier otro mecanismo de socialización. Y allí donde no hay un bar ni posibilidad de tenerlo es muy posible que no merezca la pena vivir, como, por pasiva, apuntaría el diagnóstico sobre despoblación que tan certeramente nos pone por delante la Diputación granadina. Lo dejó sentado Gabinete Caligari en plena movida y no vamos a llevarle la contraria: bares, qué lugares tan gratos para conversar.

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