Bares sin memoria

En los bares nocturnos, con un cigarro encendido entre los dedos se juega al sabinismo

El gran inquisidor ya está sentado en su trono. Sus sabuesos andan olisqueando sus presas cogidos por las cadenas de los sicarios. Los bares de cuyo nombre no quiero acordarme yacen ocultos como prostíbulos proscritos sin luces tintineantes. En estos bares se fuma, se infringe cualquier ley, se tose, se carraspea y se bebe anís y coñac en la misma copa de buena mañana. En los bares nocturnos se hace el silencio de bar de las cuatro de la mañana y todo lo prohibido renace, ya se puede fumar. En el bar donde toma café el señor que tiene la casa hecha un asco, libros y papeles tirados por el suelo, el señor de la gabardina y el tabaco, que me da un billete de cincuenta euros mientras enciende otro pitillo. En ese bar está toda la memoria histórica, las escarapelas, el detente-bala. Ese bar está al lado del anticuario. Hay otro anticuario sin letreros luminosos en un sótano en pleno centro. Poca gente lo conoce. Le dejan una llave en el umbral, a la vista de todo el mundo y nadie le hace ni caso. Va a los mercadillos a vender sus llaves y sus porcelanas. El gran inquisidor arde en deseos de cobrarse su pieza más preciada e irá por los montes altos con su escopeta de caza, sus acólitos y su jauría, especialmente adiestrada para hacerlo todo con bombo y platillo. Julio enmohece sin pena ni gloria y arranca el verano cruel de las barahúndas. Desde mi ventana sin verano el sol rompe cada mañana y yo abro las ventanas de par en par en la penumbra antes de que el astro rey haga su aparición y lo abrase todo. Abrase a las personas y tueste sus prisas por acaparar los días mezquinos. Desde mi ventana siempre hay un rumor de vida y tráfico. En los bares nocturnos, con un cigarro encendido entre los dedos se juega al sabinismo, hecho de coplas que hieren. Dime dónde está tango del quinielista, en el primer lp, la tercera canción. Suena un tango que aflora, entre las equis, los unos y los doses traicioneros, del equipo local. Los perros de presa ya están en sus poltronas y el humo no descansa nunca, como el prevaricador. El prevaricador y Gudrún, adivina, en medio del bachillerato de máquina de escribir. Con la máquina de escribir que Garci, fumando, va a hacer un nuevo crack. Garci se levanta cada día en un Madrid en el que él es un anacronismo que compra cada día el abc. Si ya no hay boxeo ni barberos cómo vas a hacer otro crack, de dónde vas a sacar el Madrid de antes.

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