La tapia con sifón

Bares como qurófanos

Luego vino la moda "vintage", también llamada "del rastro" porque se basa en sillas viejas

Hace más de treinta años que Gabinete Caligari sacó aquella canción cuyo estribillo es "Bares, que lugares…". El resto de la letra no es gran cosa, pero ese primer verso ha alcanzado la categoría de frase hecha. Si se reescribiera hoy habría que cambiar algo la letra, por mor de las modas. No de las modas musicales, sino de las decorativas. Lo digo porque el estribillo completo es "Bares, que lugares / tan gratos para conversar, / no hay como el calor / del amor en un bar", y los bares se ha ido haciendo cada vez menos acogedores y sálvese quien pueda -que algunos se salvan-. Primero se llenaron de altos e incómodos taburetes alrededor de mesas igualmente altas. Y pequeñas para aprovechar el espacio. Luego vino la moda "vintage", también llamada "del rastro" porque se basa en sillas viejas (de verdad o simuladas) y bastas, cada una de su padre y de su madre, con el denominador común de la incomodidad. La incomodidad favorece que el cliente no se apoltrone y que se vaya pronto, que haya rotación. Con esa misma intención, todas las cadenas de comida rápida-basura pintan sus locales de tonos amarillos, naranjas y rojos. No por "estética", sino porque los estudios sobre la influencia de los colores y saben que un buen porcentaje de amarillos y rojos aceleran la salivación y se mastica más rápido. Mientras pillan la idea y adoptan los colores intensos, ya tenemos instalado desde hace muy pocos años la moda escaparate: los bares colocan grandes cristaleras, incluso la fachada entera, para que se vea bien el "género", como si de una tienda de tejidos o electrodomésticos se tratase. (Inciso: no las colocan entre cocina y comedor para que se vea de verdad lo que nos preparan; incluso algunos recientemente remodelados han cegado la comunicación visual que tenían con la cocina).

Lo último, de momento, es la fiebre que les ha entrado por aumentar la iluminación hasta niveles de quirófano. No sé si es para que los clientes lean la carta sin gafas o para dar calidad a las fotos de los platos que todo quisque retrata con fervor. Lo que está claro es que aumenta el efecto escaparate. Así que lo de gratos para conversar al calor del bar queda para las terrazas con estufa. ¡Ah! Y no olvide llevar gafas de sol aunque sea de noche si prefiere acodarse en la barra de un bar.

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