Opinión

Julia Rojas

Barrio rico, barrio pobre

Éste es un barrio en el que los vecinos llevan de paseo a quienes quieran por un euro para a ver las canteras califales

Cuando alguien me pregunta qué tal se vive en un barrio pobre siempre contesto que es triste e impersonal, un lugar donde la gente apenas participa de su entorno y luego les pregunto a todos ellos ¿te refieres al centro verdad, al Paseo de Almería? Nací en la Plaza Pavía y trabajo allí desde que tengo uso de razón, y mi escala para diferenciar un barrio rico de uno pobre es distinta. Mi vara de medir tiene que ver con la calidad de vida emocional de la que disfrutas en el lugar, con lo que te llena tu entorno, si te sientes parte de él y si, además, te es a ti útil y si tú lo eres para él. Por tanto, para mí la Plaza de Pavía y el barrio de Pescadería es un barrio rico por mucho que la administración local se empeñe en marginarlo, arrinconarlo, maltratarlo y utilizarlo sólo como excusa para poder optar a subvenciones de la Unión Europea en vez de ver en sus calles, en su entorno, el verdadero potencial de un motor turístico para la ciudad. Pero está claro que no son capaces de verlo así se estampen contra los muros de la Alcazaba o se caigan de la burra cruzando el puente que une Pescadería- La Chanca con la Plaza de Pavía. Cuando en octubre de 2014 empezamos la lucha por salvar el puente y las fechas se leen tan rápido como se escriben, pero ya han pasado tres años, no se trataba de un capricho sino de defender uno de los ejes que es muy fácil no entender desde un cómodo despacho en el centro, desde lo que algunos creen que es la zona rica por el hecho de que las rentas personales sean mas altas. Esa infraestructura es una especie de cordón umbilical que da vida a ambas partes del barrio, y de ahí el empeño no sólo en que se mantenga en pie, sino que además sea puesto en valor. En esos tres años hemos tenido tantas promesas como follones hemos sido capaces de organizar. El puente sigue en el mismo lugar, y eso ya es algo porque algún insensato lo pretendió tirar en su momento, pero el hecho realmente grave es que después de aprobarse tres mociones y dotarse la obra con un presupuesto municipal la pasarela sigue exactamente igual. Nos han llevado a las urnas para decidir, entre todos, un modelo pero con tantas luces que la votación se hizo fuera del barrio y eso que a nosotros al final nos daba igual, porque no se trata de que lo pinten de verde o azul, sino de que se convierta en la semilla de lo que debe ser la recuperación del barrio. Si conseguimos esa obra ponemos la primera piedra para que el entorno adquiera atractivo y con ello visitas, y con esos caminantes que lleguen desde el centro aparecerán nuevas oportunidades.

Verán, éste es el único barrio en el que los vecinos se llevan de paseo a quienes quieran por un donativo de un euro para a ver las canteras califales, lo que queda de las murallas que desde hace casi mil años nos rodean y cada rincón de esos barrios que escritores como Goitisolo y fotógrafos de la talla de Pérez Siquier han paseado por el mundo entero. Pero sin embarco en esta ciudad parece que el gobierno municipal no es capaz de ver mas allá de aquello que queda entre la calle Real y la Rambla. Y sencillamente ya está bien.

Mi padre que en paz descanse era hombre de números, de pura estadística, y si de él aprendí algo es que los números no engañan. Por tanto, si con todo lo que se ha invertido hasta ahora en la zona centro y no han conseguido que Almería se asemeje a ninguna ciudad que tenga un atractivo turístico razonable, por qué no entienden de una vez por todas que igual, sólo igual, si invierten en otras zonas en las que la cultura popular, la vida y el ambiente se vive en las calles, rodeados de la arquitectura y el urbanismo del origen de la ciudad, puede que consigan mucho más y gastando mucho menos. Pescadería La Chanca es nuestro Albaicín y la Almedina esa judería aún sin explotar. Y el puente de Pescadería, lo quieran o no, es el verdadero mirador de la Alcazaba, el lugar desde el que un selfie recoge el verdadero sello de Almería, La Torre de la Pólvora. Sí, esa redondita que si la miras bien parece una cara que nunca deja de sonreír.

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