Basta ya

El pluralismo político debe nutrirse de personas impregnadas y metabolizadas en la sapiencia y sabiduría

Asistimos en este vetusto país a un verano caluroso, no solo en temperatura climática, sino en respuesta social como consecuencia de determinados pronunciamientos u omisiones políticas, que lo único que hacen en vez de aliviar las beligerantes declaraciones es agravarlas con afirmaciones más propias de la irracionalidad irreflexiva por parte de quienes, considerándose primus interpares, no tienen autoridad ética y moral para instar a fórmulas de consenso o mayorías, que una vez adoptadas en legal forma sean aceptadas por seguridad jurídica para una mejor y mayor convivencia social. Nos preocupa a nivel nacional la situación de sedición de una parte ciudadana de Cataluña y lo que con ello pueda suceder en el País Vasco y Navarra, la llegada de miles de almas desgarradas y sufrientes de todas las latitudes buscando bienestar social, la cuestionada sanidad pública ante la falta de medios humanos y materiales para atender a los pacientes, el desempleo, una ley de la dependencia que no da respuesta a tan elevado número de personas necesitadas, una enseñanza académica cada vez en caída libre por ser lingüísticamente asimétrica en todo el país, bajos salarios para sobrevivir o malvivir, una Justicia que necesita ser independiente, aunque todo ello y más, suele ser ocultado con la didáctica de panem et circense.

Hay frases que suelen darse con frivolidad en la tertulias en horario familiar, que se han hecho virales en la ciudadanía a pie de calle y no son nada halagüeñas de escuchar, sobre todo una que causa pavor y sudoración el solo pronunciarla "huele al 36".

Espero y deseo que no vayamos a llegar a una situación de tal dramaturgia, pero no es menos cierto, que el pluralismo político debe nutrirse de personas impregnadas y metabolizadas de sapiencia y sabiduría, don del carisma, prestancia y el saber estar, líderes en quienes confiar sin atisbos de unamunianas dudas existencialistas, que nos transmitan con firmeza un sí, un no, una línea, una meta, un proyecto social democrático de convivencia cívica.

Fuimos ejemplo político en la Transición, a pesar de ser cuestionada cansinamente en su legalidad y legitimidad a los 40 años, y puede volver nuestra querida España con espíritu fraternal a dar otro testimonio cívico diciendo ¡Basta ya! a tanto despotismo ilustrado, ignominia oral e incompetencia arribista que no nos solventan nuestras pretensiones sociales.

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