A dos metros

Ricardo Alba

¡Basta!

Es de agradecer el ímpetu de estos vendedores enfangados en colocarnos su mercancía de odios

Quien se haya encontrado en medio o en las inmediaciones de un incendio forestal habrá percibido como la tierra cruje bajo sus pies. Es muy probable que su estómago no guarde buen recuerdo de aquel paseíto en la lanchita motora de su amigo capeando el oleaje de proa. Seguramente subirá las escaleras andando antes de volver a experimentar la crisis claustrofóbica de aquella vez en el ascensor. En alguna ocasión la dichosa pastilla se le habrá quedado pegada en la garganta o, también, podrá haber sentido irse por el otro lado de la garganta el trago de agua con la resultante de una asfixia momentánea que se hace eterna.

Cualquiera de las sensaciones anteriores, amén de otros percances corrientes a diario, son sumamente desagradables de por sí. Pongamos ahora que las mezclamos en una coctelera, removemos tal como lo hace Nagore Aguirre, maestra agitadora de la coctelería española, y llenamos la copa con un retorcido combinado de sabores patéticos, ásperos, repelentes, ácidos, y tristemente desoladores. En resumen, el cóctel histérico nuestro de cada día, el insoportable e insufrible tentempié de mañana, tarde y noche, al que insistentemente invitan desde su púlpito mercaderes de ilusiones, esperanzas, mentiras y fraudes.

Es de agradecer el ímpetu de estos vendedores enfangados en colocarnos su mercancía de odios, crispaciones, ordinarieces, violencias verbales, voladuras institucionales, acosos, provocaciones, desvergüenzas y demás. Por fortuna, la gente está a lo que está la gente, o sea, a que no te pille el virus y si te coge que te curen, al trabajo quien lo tenga, al desempleo de por vida, al ERTE incierto, al bar de cuatro en cuatro y afuera, a fumar en los extramuros, a ver si llega la vacuna y me toca, a recordar a los muertos en la pandemia, al día que te pueda abrazar y así de seguido, es decir, peripecias de la vida real.

Hace unos días se le escuchó a Pedro Sánchez decir sorprendentemente una palabra sensata: ¡basta! Pues eso, basta de tanto y tú más, basta de dividir a un país para mantener el poder, basta de circos mediáticos, basta de conveniencias partidistas, basta de tanta tensión colérica, basta de amenazas, basta de totalitarismos, basta de extremismos, basta de cordones sanitarios o de ahorcamientos, basta de basta que se conjuga con el verbo 'estar harto' de tantísimo vendedor de humo que no deja vivir en paz.

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