Belleza y verdad

El artista pone en marcha el proceso de la iluminación, la verdad habla través del artista enajenado, enfebrecido

Todo arte es poesía. No poesía en el sentido de creación solo con palabras, sino poíesis, esto es, creación en el sentido más amplio del término. Hacer arte es acto de poetizar la realidad, el mundo o el pensamiento, navegar en el ámbito del misterio insondable, de la sugerencia y de lo inexplicable. Heidegger afirmaba que poetizar es dejar aflorar la verdad, la esencia de los entes, que no es otra cosa que el ser. El artista que crea pone en marcha el proceso de la iluminación, la verdad habla través del artista enajenado, enfebrecido. Esto es así porque el arte es creación pura, puro proceso de inventar; procede de la nada y se dirige a la verdad si nace de la autenticidad. Limitados el conocimiento científico y el proceso filosófico más racional en su pretensión de buscar verdades universales, solo queda el arte como forma de acercarse a la verdad de las cosas desde el territorio de la emoción, de la intuición y del misterio. Nada de razón, nada de técnica, solo creación, poetización, iluminación… El nuevo filósofo ha de ser también un poeta, un artista; alguien que intente aprehender con las palabras el misterio inexplicable e insondable de la existencia de las cosas y de los seres. Si la obra de arte es un objeto manufacturado, como sucede en la pintura o la escultura, ha de distinguirse entre arte y artesanía. En el fondo, la artesanía no crea nada pues transita caminos conocidos que recorre una y otra vez. La artesanía tiene también, como el resto de procesos de fabricación de utensilios, un fin establecido en la utilidad del objeto, que incluye la decoración. Todo ello es ajeno al arte, cuyo único fin es poetizar, desvelar lo oculto, parir lo inexistente. La obra de arte está dotada de ser iluminador, esclarecedor, y cuando se manifiesta a través de objetos físicos estos deben de estar habitados por la emoción. Los objetos útiles, el mundo de la técnica, nunca tendrán poder de mostrar la verdad, la esencia, el porqué de la existencia. La obra de arte fomenta el prodigio esclarecedor de la verdad cuanto más inútil es y cuanto más solitaria y autónoma se mantiene. La obra de arte existe por sí misma, tiene plena independencia, y es capaz de comunicar un camino nuevo, una claridad enigmática y desconocida. Mostrar la luz en el camino, tal es el fin de la obra de arte. Verdad y belleza juntas, como querían los antiguos griegos. Y por usar una expresión heideggeriana, "belleza es el modo de presentarse la verdad como desocultamiento".

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