La tapia con sifón

Un Bello Rincón del Cañarete

Volvamos al Bello Rincón para disfrutar de una sobremesa gratísima en la terraza exterior, con vistas al mar

Hacía mucho que no iba a comer al Bello Rincón. Hasta el punto de que Manolo me preguntó ¿qué te hemos hecho? El único motivo es la vejez y la pereza. Me refiero a las mías, no a las del Bello Rincón, que es antiguo, pero no viejo, está hecho un pimpollo. Mis primeros arroces en ese bello lugar los comí cuando Manolo no había nacido, allá por los primeros años cincuenta, cuando mi padre nos llevaba algún domingo en un viejo cacharro de cuarta mano. Nicolás (padre) descubrió poco después, al empezar los sesenta, una cueva y montó en ella la primera discoteca de Almería, en la que bailábamos (o hacíamos como que bailábamos) canciones de Adamo y Machín a la somera luz de unas pocas bombillas de 10 W. La llamó "La Gruta Mana" por los apellidos -Martínez Navas- de sus hijos Nicolás y Manolo. Nicolás regenta, junto al restaurante de su hermano Manolo, otro prestigioso local que conserva el nombre de aquella mítica discoteca: La Gruta, especializado en carnes.

En el Bello Rincón mantienen desde siempre una oferta de pescados y mariscos de rigurosa frescura y proximidad. Son ejemplares sus quisquillas ligeramente hechas sobre un lecho de sal gorda caliente. El jueves pasado tenían, entre otras tentaciones, un hermoso mero del que disfrutamos unos ricos filetes. La hueva de atún estaba en un punto de curación perfecto, cremoso. El ajoblanco de esta casa siempre ha sido de los mejores de Almería; lo tomamos con unos salmonetes perfectamente fritos. Por supuesto muy frescos, como el resto de la oferta del día, que se expone en una vitrina a la entrada del comedor. Nada que ver con esas listas que exhiben algunos hosteleros con dos docenas de pescados y mariscos, siempre los mismos, sea temporada o no, y sin riesgo de que se acaben: los congelados siempre están disponibles.

Volvamos al Bello Rincón para disfrutar de una sobremesa gratísima en la terraza exterior, con vistas al mar…y a las colas de coches en el Cañarete. La oferta de licores y complementos tampoco desmerece del conjunto. Y el servicio, profesional, muy amable y entendido, contribuye al éxito de la comida. También mantiene la tradición paterna con algunos arroces y la acrecienta con platos marineros tradicionales. Por último, pero muy destacable, la carta de vinos es extensa y bien escogida. En resumen, un destino gastronómico recomendable. A pesar del incierto Cañarete.

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