Boris Johnson de fiesta en fiesta mientras la vida de los ciudadanos del Reino Unido languidecía entre restricciones acordados por su Gobierno. Y ahora este buen señor está intentado convencer a su pueblo de que sus propias normas también eran para él y que nunca hubo fiestas sino reuniones de trabajo pero, como era de esperar, le está costando convertir la convocatoria a más de cien personas al jardín de tu vivienda con el encargo de que traigan su propia bebida en una responsable y ardua reunión de evaluación del confinamiento al que, en ese momento, estaban sometidos los británicos.

Justin Trudeau virando sin reparo hacia posturas autoritarias. Basten los siguientes ejemplos: impedir, a quienes no hayan recurrido a las vacunas frente a la Covid-19 existentes, el acceso a las instalaciones aeroportuarias, ferroviarias o marítimas estatales, imponer la vacunación obligatoria a los empleados públicos federales bajo pena de suspensión de empleo, sueldo y subsidios de desempleo y dirigir a sus conciudadanos frases como esta: "Si has hecho lo correcto y te has vacunado, te mereces la libertad de estar a salvo del covid-19… De volver a hacer las cosas que te gustan".

Y Emmanuel Macron, en una incendiaria entrevista, asegurando, sin rubor alguno, que tiene muchas ganas de "fastidiar" a los franceses que no se han vacunado frente a la Covid-19 y que lo va a hacer hasta el final. Otro que parece haber encontrado otro tipo de zapatos con los que se siente más cómodo.

Por suerte, este país tiene un Presidente que, ante la bochornosa pregunta de si él también está pensando en fastidiar a los españoles no vacunados frente a la Covid-19, responde con un reconocimiento y agradecimiento a la sociedad española por su respuesta ante la campaña de vacunación. (entrevista en Hoy por Hoy, Cadena Ser)

Recordemos que si algún día hubo sobre la mesa expectativas por las que debatir, desde el prisma de las obligaciones que se derivan de vivir en sociedad, si las personas que no quisieran vacunarse frente a la Covid-19 debían sufrir un reproche o consecuencia social o laboral, toda inicial inclinación a los reproches y limitaciones se quedó sin sustento en el momento en el que, por desgracia, la realidad nos demostró que, a pesar de lo anunciado, las vacunas hoy en circulación no impiden la transmisión del virus, quedando así reducida su protección a la esfera personal e intacta nuestra responsabilidad individual.

Y no permitamos que se nos olvide que la libertad es nuestra, que no es algo que nos han de conceder ni algo que se merece o no, porque en el momento en el que lo olvidemos cualquier excusa valdrá para que nos digan que no la merecemos: orientación sexual, religión, ideas, nivel de formación o de ingresos, estado de salud, hábitos de vida… Y, antes o después, todos acabaríamos encajando en alguna excusa.

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