Bibliotecas tristes

Con los libros se pierde el tiempo precioso para memorizar cada palabra de los textos oficiales

En el albor de los días que nunca terminan de amanecer todavía hace frío en las calles cuando sólo parece que ha amanecido y la primavera, que dicen que tiene que llegar, suspira indecisa y envuelve de nubes grises todos los comienzos. En la calle y pasando frío, antes de que abra sus oficiales puertas cerradas, varios asistentes esperan con los folios, los apuntes y las fotocopias. Curiosamente y a pesar de que van a una biblioteca, no llevan libros. Los libros, sí, están allí pero no van a salir de sus estantes. Los asistentes que esperan pacientemente a que un ujier abra solemnemente sus puertas miran al suelo, se sientan en los bordes de los gruesos muros y también, como la primavera, suspiran. No aspiran a la cultura, no aspiran a conocer lo que estudian, porque sí, van allí a estudiar, para sacar carreras, para sacar oposiciones, para encontrar al fin un puesto que no requiera tener que estudiar nunca más. Cuando lo consigan quemarán los apuntes y las fotocopias en una pira donde odiarán para siempre el estudio cruel de las mañanas frías frente a una biblioteca, para coger sitio. Todos los libros de la biblioteca y de todas las bibliotecas son absolutamente inútiles para los estudiantes porque han sido proscritos por los profesores y examinadores ya que sólo desean que memorizen los apuntes y nada más. Con los libros se pierde el tiempo precioso para memorizar cada palabra de los textos oficiales. Embarrándose en la amargura del estudio que puede ser infructuoso cada día se hunden un poco más en el odio a las bibliotecas. Por eso cuando aprueben por fin la carrera o la oposición jamás pasarán por su puerta. Con el tiempo llevarán a sus hijos a mirar libros infantiles que los maestros y profesores primero fomentan y luego recelan si consultan algún libro que él no les ha dicho, es más, no les dirá ninguno. La bibliografía es una norma de copia y pega y está muy mal visto que los estudiantes compren algún libro que no ha ordenando el profesor, y no lo va a ordenar ya que el único que tiene que tener libros es él. Más tarde vienen los ancianos a leer periódicos que sí pueden comprar pero no quieren, porque es un papel inútil. Oye que hay libros que valen muchísimo dinero, y autores que venden millones de ejemplares, y ganan millones de euros con novelas, miles de millones, cientos de millones de euros con libros vacíos que terminan en bibliotecas tristes.

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