Opinión

Carmen Rábago

Bien atendido y lo contrario

Y así nos va… A unos bien, o no todo lo bien que merecen…Y a otros mal o muy mal, más que merecidamente…

Entro en una pequeña tienda de moda del centro de Almería. Un espacio encantador cabalmente aprovechado y decorado con gusto y sencillez. Nada más cruzar la puerta, una señora, impecablemente vestida con el estilo de la ropa de su tienda, me recibe detrás de un coqueto mostrador, dedicándome una cálida sonrisa y un acogedor "buenos días". Esos dos gestos de respeto, tan sencillos, pero difíciles de encontrar, crean presto un ambiente relajado que invita a mirar con tranquilidad el género del comercio, así como a charlar de forma distendida y afable con su dueña.

La estancia en el local, en el que te sientes bien venido, se convierte en un momento de placer por la certeza de que seguirá siéndolo así se compre o no en esa ocasión. Y ese ambiente que ha logrado crear su propietaria, me dice con seguridad, que volveré.

Ella es la dueña del negocio. Ha alquilado el local. Ha proyectado su decoración.

Elige las prendas que ofrecerá a la clientela. Viste acorde al estilo sencillo y elegante de sus firmas. Y tiene la psicología y educación necesarias, para recibir y hacer que la compra del cliente sea un placer por partida doble.

En sentido opuesto, recuerdo una ocasión hace ya muchos años pero que nunca he olvidado. Vivía entonces en otro país. Entré en una tienda especializada en paraguas. En la puerta estaba indicado el horario: cerraban a las 14 horas. Yo entré a las 13.20. Nada más cruzar el umbral, pronuncié un gentil "buenas tardes." La dependienta, mirándome con indiferencia cargada de hastío, me respondió a bocajarro, sin saludo alguno: "¿Qué quiere?" Un "qué quiere" que en realidad quería decir "¿Qué diablos quiere?". Me hizo sentir tan desazonadamente incómoda que respondí: "Llegados a este punto, no quiero nada. Buenas tardes". Y salí del establecimiento. Lo primero que pensé, acertado o no, fue que esa joven era una empleada decidida a arruinar el negocio de su empleador.

Polos opuestos. En la primera, experiencia, amabilidad, dedicación, buen hacer con el cliente; gusto por el trabajo bien hecho con cercanía, humanidad, humildad y educación.

En la segunda, indiferencia absoluta por el cliente, tanto en educación como a lo que a beneficio económico se refiere.

Y así nos va… A unos bien, o no todo lo bien que merecen…Y a otros mal o muy mal, más que merecidamente…

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