Biles y la salud mental

Y esa retirada no solo la ayudará a ella sino a mucha otra gente que se encuentra agotada

La deportista de leyenda Simone Biles se ha retirado en plena competición olímpica por agotamiento mental. Y esa retirada no solo puede ayudarla a ella sino que también puede ayudar a mucha otra gente que se encuentra igualmente agotada. Porque es una retirada con la que una persona extraordinaria, en muchos sentidos, le dice al mundo entero que lo extraordinario sólo puede llegar cuidando lo ordinario y que pone bajo un potentísimo foco a uno de los mayores, y más silenciados, problemas de nuestro tiempo pues, según la OMS, 1 de cada 4 personas tendrá un problema mental durante su vida y los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad en el mundo en 2030. Y, como no podía ser de otra forma, han sido muchos los titulares que se han dedicado a esta noticia, y entre ellos, uno que me ha parecido tremendamente acertado y conveniente: "Biles se ha roto". Porque extender el término rotura a lo que no es físico normaliza las estigmatizadas enfermedades del alma, las acerca al común entendimiento y nos recuerda que, si algún día tenemos la desgracia de sufrir una, tenemos derecho a que sean atendidas en nuestro sistema público en igualdad de condiciones a como lo será, por ejemplo, la rotura de un hueso. Y es que son muchas las voces que denuncian que los recursos públicos que se destinan en este país a la prevención y tratamiento de las afecciones mentales son muy escasos y, por ello, esta bola de nieve va camino de llegar al tamaño que nos sepulte en nuestras carencias y desatenciones, en especial, a nuestra juventud. Y sobre esto, precisamente, un tristísimo comentario que, hace unos días, nos hacía un compañero que sabe de la presión que, desde hace décadas, va teniendo el servicio de salud mental de esta provincia: "Jamás he visto tal porcentaje de jóvenes en las salas de espera"... Pero, pensemoslo, cómo no van a aumentar los casos de dolencias psíquicas entre los jóvenes si ven que la inevitable pelea por tener un futuro les ha tocado librarla en un momento en el que el mundo es un verdadero polvorín cada vez más desigual y menos compasivo y predecible, y que su país, aún a pesar de haber llegado a tener la tasa de desempleo juvenil más alta de la UE, muestra un enorme desinterés por ayudarles a ganarla. Pero es que, además, si no mostramos ahora una verdadera y efectiva preocupación por el estado de ánimo y el comportamiento de nuestros adolescentes, lo que hoy se puede ver en esas salas de espera no será nada comparado con lo que se podrá ver en pocos años pues encierros domiciliarios y limitaciones afectivas y sociales de la magnitud que hemos vivido y, en parte, seguimos viviendo, pueden alterar muy significativamente la percepción de si mismos, del mundo que les rodea y de la sana dinámica de las relaciones sociales a quienes, en ese momento, se encuentren en pleno desarrollo emocional y social.

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