Una de Bioética

Ni sabemos comer, ni nos controlan la comida ni nos educan para ello. Tenemos una mala salud alimentaria

Por poner un ejemplo de bioética -que es la reflexión ética sobre cualquier aspecto que afecte a la salud- tenemos la diatriba de la alimentación. A bote pronto, a nadie le cabe duda de que determinados alimentos, a los que llamamos saludables, si se conjugan adecuadamente con ciertos hábitos, y una actividad deportiva, alargan la vida. Este es un axioma irrebatible del que nos han sobreinformado durante años. No obstante la siguiente pregunta es la que da fe del debate bioético porque delata ciertas grietas o fisuras -que alguno diría suturas- en dicho axioma y que no lo dejan en buen lugar. Veamos: ¿por qué las instituciones públicas no promueven la salud alimentaria a sabiendas de los graves trastornos alimenticios de la población? Sabemos que los alimentos sanos son más inaccesibles económicamente que la comida rápida, que es mucho más barata; y conocemos que no existen, por otro lado, controles de idoneidad sobre los hábitos saludables, sino que más bien se da de facto la permisividad de ciertos hábitos consumistas de donde resultan el sedentarismo y las enfermedades crónicas como consecuencias inevitables. Repitamos de nuevo la pregunta: ¿por qué la administración no promueve la salud más allá de la publicidad corporativa? Según Aranguren, en su estado de justicia, las instituciones deben ser las responsables de hacer cumplir los valores. Sin embargo en este momento la salud alimentaria es sólo la estética de la salud alimentaria, monetizada electoralmente, y no es un derecho del que el ciudadano es acreedor del estado. Y esa es la reflexión bioética: que la alimentación, tal como la industria farmacéutica, no debería estar en manos privadas sino dentro el control estatal. La salud no puede convertirse en un activo financiero sino en una obligación gubernamental. Además no existe una reforzada pedagogía alimentaria. Más allá de pequeños impulsos electoralistas no hay una asignatura en primaria que se denomine "comida y salud" o similar. Nuestros jóvenes no tienen una referencia lo suficientemente poderosa como para conocer las consecuencias de sus actos en lo referente a la alimentación. Dicho así, algo tan importante como la salud alimentaria no está contralada por la administración sino por el mercado libre para el que la salud tan solo es un reclamo publicitario sin más. En términos bioéticos, tenemos una muy mala salud alimentaria.

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