La tapia con sifón

Bogavantes transparentes

Los libros de historia recogerán la enorme contribución de Díaz Ayuso al periodismo de opinión de nuestros díasPero lo que me lleva a calificar este suceso de corrupción es el delito gastronómico de tomar arroz con bogavante

Se ha destapado un asombroso caso de corrupción ocurrido en julio de 2020 en Vera. Resulta que, con motivo de la inauguración del servicio del 061 en Vera, el ayuntamiento ofreció una comida al consejero del ramo y a varios cargos y técnicos hasta un total de veinte. Comieron arroz con bogavante y bebieron seis botellas de ribera del Duero. La noticia no lo dice pero seguramente los bogavantes eran de piscifactoría. Y como en la D.O. Ribera del Duero casi todos los vinos son tintos, seguramente bebieron tinto con el arroz. En cuanto al dispendioso gasto, se sabe que el arroz les salió a 22,50 euros por persona y el vino a 22 la botella; como la factura subió a 1.117 euros, seguramente comieron y bebieron algo más, pero nos quedamos con las ganas de saberlo. Acabo de escribir tres veces la palabra seguramente, lo que indica que estamos ante un caso flagrante de falta de transparencia. Pero lo que me ha llevado a calificar este suceso de corrupción es el delito gastronómico de tomar arroz con bogavante aquí, donde se pescan las más afamadas -con razón- gambas rojas, amén de las excelentes cigalas, quisquillas y gambas blancas que se subastan a diario en la lonja de Garrucha (sin contar las de Almería y Adra). Luego está el hecho incalificable de acompañar el marisco con vino tinto, y encima tan poderoso como el ribera del Duero, capaz de arrasar con sus taninos la delicadeza y el perfume yodado de los frutos de mar. Aparte de coñas (me parece exagerado tanto alboroto por una comida normal), poner en el menú arroz con bogavante viste más que con gambas, y de paso se puede cobrar más. Pero si el bogavante es de piscifactoría, como lo son el 99 % de los que se venden, el arroz resulta poco sabroso y el marisco queda seco. Para evitarlo, lo mejor es hacer el arroz con un caldo de cabezas y cáscaras de gamba roja, y cuando falten cinco minutos para apartarlo colocar los minibogavantes partidos por la mitad boca abajo, que quedan monos. Si tienen un bogavante de verdad, hermoso, lo cortan en medallones a los que les dan unas vueltas en la sartén y los reservan para echarlos al final; en ese sabroso aceite hacen el sofrito. Con la cabeza y las patas hacen el caldo. Y se lo toman con un buen blanco seco, con un fino jerezano, o con un cava (o champán) rosado brut, como recomendaba Agustín Sancho, el mejor sumiller que ha pasado por Almería.

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