El Cañillo

Botas, mochila, cantimplora y vieira

¡buen Camino, peregrino!". Centenares de veces habrán oído esta frase, la más repetida entre los millares de locos que cada año poblamos las veredas que conducen a la tumba del apóstol. El Camino de Santiago es..., es para hacerlo, es para vivirlo y es para que cada uno experimente una sensación inigualable. No les puedo definir con palabras lo que se siente, porque es una aventura, un desafío, una pasión, un acto de fe, unas vacaciones, unos días para desconectar. Es todo lo que ustedes escuchan y mucho más que eso. Son días en los que estás feliz, en los que apagas el móvil, en los que te sientes al margen de la civilización y eso te hace sentirte igual que cualquier otro peregrino que ande a tu lado. Son días en los que la mochila pesa, pero mucho menos que el estrés que a diario invade tu mente por el bullicio de la sociedad contemporánea. Es la mejor manera de saber lo que realmente es un amigo, de valorar a quien desinteresadamente está contigo porque le caes bien. Así que Fernandico y papá de Luis, a recuperarse prontico que el apóstol ya no está poniendo falta. ¡Ultreia!

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