La Bottega

Con el disegno, el maestro demostraba a sus clientes y a los inteligentes la verdadera dimensión de su talento

B OTTEGA" es un término italiano que significa "taller" o "tienda". Es comúnmente usado por muchos historiadores del arte en contextos que se referieren a las obras salidas del obrador del artista ejecutadas con intervención de sus discípulos, un extremo que, por lo general, les sirve para argumentar la menor calidad de éstas, en comparación con aquellas que son enteramente ejecutadas por mano del maestro. No obstante, esta generalización, pese a ser cierta en algunos casos evidentes, es engañosa y no se ajusta a la realidad histórica, a la calidad auténtica de las obras y a lo que la acción del taller significaba para la sociedad de aquellas épocas. En términos generales, la bottega de un artista era un lugar de mucho prestigio social, especialmente en Italia, donde los grandes creadores, sobre todo desde el Renacimiento, eran auténticos ídolos y representantes de la más excelsa inteligencia y del talento. Los grandes nobles, los más poderosos clérigos y las casas reales se disputaban la posesión de las obras salidas de las bottegas del Ticiano, del Veronés o del Tintoretto, por poner solo tres ejemplos que describen el cénit del arte veneciano del Cinquecento. Estos maestros atendían multitud de encargos, algunos grandes ciclos pictóricos, y pedidos, y necesitaban la colaboración de muchos ayudantes para satisfacerlos. Los discípulos eran por lo general grandes pintores también, con posibilidad de instalarse después por su cuenta y abrir su propia bottega. Por ello, los maestros no tenían el menor reparo en firmar como de su mano obras que mayormente habían sido ejecutadas por colaboradores. Esta práctica era el certificado que garantizaba la alta calidad del producto. En Italia, más incluso que la propia ejecución de la pieza artística, se valoraba el "disegno", cuya autoría era siempre del maestro, verdadero "compositor" o artífice real del conjunto de la obra. Con el disegno, el maestro demostraba a sus clientes y a los inteligentes la verdadera dimensión de su talento, su capacidad de invención y de orquestación de las formas; también su originalidad, sus dotes para la creación de un mundo y estilo personales. Lo importante, por tanto, era la "idea", el diseño global, la concepción general de la obra. En esto, que duda cabe, los antiguos eran igual de modernos que los más modernos de ahora, cuando decididamente subestiman la manufactura -entregada sin pudor a otros- de la obra con relación a su concepto.

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