Opinión

Carmen Rábago

Brillando por su ausencia

Tres días en los que en el aseo no hay papel higiénico ni papel o dispositivo de aire para secarse las manos

Entro en una cafetería y voy primero al aseo para lavarme las manos. Cuando me las estoy secando, sale del WC una de las camareras del local. Me saluda atentamente y, sin lavarse las manos, se va directamente a la barra para seguir poniendo cafés y tostadas.

Entra mi compañera de oficina al aseo. A los pocos segundos de oír la cisterna, sale por la puerta dejándola abierta de par en par. Entro: me encuentro el rollo de papel para secarse las manos en el suelo al lado del WC y el dispositivo que debiera contener el papel higiénico, vacío. Después de reponer ambas cosas y salir la veo, tranquilamente, comiendo una manzana a mordiscos.

Me encuentro en el aseo de unos grandes almacenes. Estoy lavándome las manos cuando sale una señora del WC. Sin que a las suyas llegue previamente ni una gota de agua, saca del bolso el lápiz, las sombras de ojos y la barra de labios. Se retoca el maquillaje y el peinado, guarda todo en un neceser y se marcha.

Llevo tres días trabajando en un nuevo Centro. Tres días en los que en el aseo no hay papel higiénico ni papel o dispositivo de aire para secarse las manos. Me arreglo con los pañuelos de papel que llevo en el bolso. La "responsable", cada vez que entra, tarda un segundo de reloj en estar fuera desde el momento en que se oye el sonido de la cisterna y, sin solución de continuidad, prosigue con sus tareas administrativas, de supervisión general o, si se tercia, estrecha la mano a cualquier visitante. Al cuarto día le pregunto sí sería posible reponer ambos rollos de papel; me mira entre molesta y sorprendida y, con un ademán de impostada superioridad, se dirige, llaves en mano, al armario donde tiene guardados los artículos de limpieza. Estoy hablando con "un educador" del Centro de Menores donde trabajo sobre diversas cuestiones relativas a la higiene del mismo. Entre ellas le comento no haber visto en los cuartos de baño, ni cepillo para las uñas, ni hilo dental. Ante mi más absoluta incredulidad me responde: "¿Te refieres a la lima para las uñas?" "Pues nunca he comprado ni utilizado ninguna de las dos cosas". Basta observarlo con detenimiento para saber que no miente.

Invito a cenar a casa a una compañera de la oficina. Mientras ultimo los preparativos, le indico gentilmente dónde se encuentra el cuarto de baño "por si quieres lavarte las manos". Me responde con absoluta naturalidad y desenfado como si fuera lo más normal del mundo: "¡No te preocupes, gracias, ya me duché esta mañana…!"

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios