Bucólicos

Se oyen alabanzas en bocas urbanitas que, de pronto, se encuentran en un entorno que les solaza, les sosiega

Es propio de esta época oír maravillas de la vida del campo. Alabanzas en boca de urbanitas que, de pronto, se encuentran en un entorno que les solaza, les sosiega,les inspira, les "recarga las pilas". Se encuentran ante un silencio al que no están acostumbrados, con unos paisajes que no son montones de hormigón, y con unos carriles por los que a lo sumo transita algún tractor que otro y, si tienen suerte, ven una bestia; y en los montes cercanos algún rebaño de cabras y ovejas que hacen sonar sus esquilas. Y como dirigiéndose a un Títiro recostado bajo la copa de una encina, exclaman: "Qué maravilla". Y se sienten felices incluso si, albergados en una casa rural son invitados (a veces previo pago)a participar en algunas de las labores del campo o de la ganadería, y van hasta el huerto y recogen algunas hortalizas o trasportan el cuenco de leche recién ordeñada. Y creen que deben ser tremendamente felices aquellos que realizan estas labores cotidianamente. Y exclaman: "Ah, si yo pudiera...". Y con Virgilio reconocerían "cuán afortunados serían los campesinos si fueran conscientes de sus bienes". Esa situación tan privilegiada será la que justifique el que algunas inversiones de los poderes públicos queden muy lejos del ámbito rural. Porque muchos de los servicios que están a la mano de los que viven en grandes poblaciones quedan lejos, muy lejos, de los que viven en el campo. Empezando por las comunicaciones físicas o telecomunicaciones (que son de pena), siguiendo por la atención sanitaria o educativa; y terminando con las actividades culturales que no son precisamente plato de diario. Y no digamos nada cuando se trata de analizar los medios para ganarse la vida: precios de ruina, con unas remuneraciones miserables cuando se trabaja por cuenta ajena, y beneficios nimios y sometidos a riesgos climatológicos y a los vaivenes de los mercados, cuando cuidas tu propio patrimonio. Supongo que todo eso explica que los agricultores no se den cuenta de su "privilegiada situación". Y esto explica que haya muchos que dejan el campo y se vayan a las aglomeraciones tan detestadas por los eventuales bucólicos. Hay que empezar a valorar todos los esfuerzos que hacen unas personas que o bien aman realmente e campo, o no tienen otra salida, para que, cuando llegue la primavera o el verano aquellos que se solazan puedan llenar sus pulmones de aire limpio y sus ojos de belleza.

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