¿Bueno, malos o ambas cosas?

Guardamos la capacidad de construir bondad o por el contrario escupir odio. Debemos elegir

Apuró el café de un sorbo. Antes de salir su mirada se detuvo un instante en los titulares del diario que reposaba sobre la barra. La portada recogía distintas noticias locales sobre las inundaciones que había sufrido la comarca. Ya en la calle se sorprendió meditando sobre cuan contradictorio resultaba lo que acababa de leer. El rotatorio informaba de cómo un grupo de vecinos se había organizado para socorrer a quienes habían sufrido el embate de las lluvias con más virulencia. Unos recogían alimentos y ropa, otros organizaban salvamentos y había quienes incluso ofrecían sus hogares para acoger a los damnificados. No faltaba tampoco la fotografía de una cadena humana, brazo con brazo, que se jugaba el tipo para rescatar a un perro que había quedado aislado en una porción de tierra cercada por aguas embravecidas. Leyendo estas noticias uno casi podía sentirse orgulloso de pertenecer a nuestra especie. Pero el ensalmo duraba poco. No hacía falta, siquiera, pasar de página para leer cómo esas mismas inundaciones habían sido aprovechadas por otros para cometer saqueos y estafas, haciéndose pasar por falsos policías y bomberos. Inmediatamente uno se preguntaba cómo podía existir escoria que aprovechase unas circunstancias así. Volviendo en sí miró a su alrededor y trató de deducir si la gente que caminaba por la calle era buena, malvada o ambas cosas. Este breve relato es ficticio pero podría estar sucediendo en este preciso instante. También podría haber ocurrido ya cientos de veces. De hecho, si fijamos la vista en Ucrania, nos llegan informes del peligro que existe de que las mafias y redes internacionales de prostitución aprovechen el éxodo de refugiados a la vez que la solidaridad mundial intenta mitigar el impacto que el sufrimiento de la guerra está provocando. Decía Hobbes que "el hombre es un lobo para el hombre"; Voltaire afirmaba, por el contrario, que "el hombre es bueno por naturaleza pero se corrompe por las instituciones sociales".

Desde la perspectiva que me ofrece un oficio donde prima el auténtico contacto humano y cierta habilidad para bucear en el inconsciente creo que esta fábula, de presumible origen cherokee, es la que mejor resume nuestra condición. "Viven en nuestro interior dos lobos. El malo representa el odio y la ira, el bueno el amor y la concordia. Ambos permanecen en constante lucha pero sólo vencerá uno: aquel al que yo alimente".

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