Mañana se celebra una nueva sesión de investidura en el Parlamento de Cataluña. El encargado por Laura Borrás de presentar su candidatura al escrutinio de sus señorías es Pere Aragonés. La vida te da sorpresas, y al final ha sido Borrás, la candidata de Junts y adelantada de Watterloo, la que en aplicación estricta del reglamento ha franqueado el paso a su rival de ERC. El acuerdo temprano e instrumental firmado entre ERC y CUP, concebido para presionar a Junts y cortar el paso a Salvador Illa, hace pensar que la de mañana será otra investidura frustrada. Salvo un improbable acuerdo en las próximas horas, los de Puigdemont harán sudar la gota gorda a Aragonés, teniendo que repetir votación en cuarenta y ocho horas, para alumbrar un nuevo president el domingo de ramos.

Entre la votación frustrada de mañana y la del domingo que da comienzo a la semana santa, se desplegará una exuberante actividad política, que seguramente terminará con un acuerdo de gobierno, que repita como mínimo un bipartido de futuro accidentado e incierto. Las cuarenta y ocho servirán para que Junts obligue a ERC a concretar más la agenda independentista, esbozando un calendario de gestos y rebeldías. También dará tiempo en esas frenéticas horas a repartir, en este caso como buenos hermanos, las consejerías, instituciones y organismos públicos dependientes del Govern.cat.

A partir del lunes vendrán los nombramientos, tomas de posesión, declaraciones y exigencias de mesas de diálogo, para empezar. ERC y Junts se mirarán de reojo desde el primer minuto, porque la batalla por un palmo de tierra dentro del independentismo es cruenta y continuará lo que dure la legislatura. A gobernar, lo que se dice gobernar, le dedicarán el tiempo que les quede libre entre batallas territoriales, identitarias y culturales.

Aunque la prioridad de cualquier gobierno nacional o autonómico tendría que ser atender a la vacunación y a las consecuencias de la crisis económica, no serán esas las cuestiones a las que ERC y Juts dediquen todos sus esfuerzos. Tal y como han ido las cosas, a la vista de cómo se ha pactado la mesa del Parlament y de lo que se conoce del acuerdo con la CUP, nos tendremos que resignar a que Cataluña siga en el laberinto independentista.

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