COSAS DE LOS AMANTES DEL CAMPO

Estoy seguro de que con la ayuda o sin ella seguirán al pie del cañón, dedicando a sus tierras sus días libres

Me gusta acercarme con frecuencia al muelle de descarga de la almazara de Lubrín. Es un ejercicio saludable y curioso. Permanezco allí un rato observando cómo cae la lluvia de olivas en el enrejado. En ciertas ocasiones permanezco indiferente. Es cuando se acercan camiones que llevan en su caja cinco o diez mil kilos de oliva.

Productores anónimos. Sencillamente, no me entusiasman. Sin embargo tengo una sensación muy distinta cuando veo acercarse un vehículo con una veintena de cajas en el remolque. Se trata, en buena medida, de la recolección realizada poco a poco, después de un año entero de trabajos cuidando los árboles y viendo, con preocupación y con esperanza, cómo vienen los tiempos, la lluvia, el frío, la humedad, los hongos, la mosca de los olivos….todo un año de esfuerzo que se ven recompensados por esos cientos de kilos de frutos.

Y entonces es cuando me gusta ver sus caras de satisfacción, de orgullo, sin altanería. "No ha ido mal la cosa ¿no?" les digo en ocasiones. Y entonces es cuando aparece una cierta sombra de descontento: "Pues sí. No ha ido mal del todo. Pero ¿Y esto? ¿Qué recibo yo por esto? Para lo que dan…" Es como si tuvieran una doble cara, una doble expresión. Es difícil de describir, porque son dos sentimientos contradictorios. "Pero bueno - terminan diciendo-; es lo que hay". Al final, sin embargo, se sobrepone la esperanza.

Visto desde fuera no es fácil comprenderlo. Si a fin de cuentas las cuentas no salen, ¿por qué seguir, un año y otro, cuidando el terruño si no hay beneficios? Supongo que para entenderlo hay que estar dentro, vivir lo que viven, sentir lo que sienten. Al menos yo sí lo entiendo. Se trata de amor a SU tierra y a SUS árboles. Trabajar la tierra en esas circunstancias sí es disfrutar de la naturaleza. Porque hay contactos con la naturaleza que son ligeros, episódicos, recorriendo carriles en moto o en bicicleta o andando.

Y llegan, ven y se van. Pero aquel amor a la tierra es otra cosa. Y en la distribución de fondos de la PAC pueden pensar lo que quieran y negar la subvención a los que no son agricultores profesionales. No sé si merecen o no la subvención, la parca subvención que podría corresponderles por su escasas hectáreas de tierra. Estoy seguro de que con la ayuda o sin ella seguirán al pie del cañón, dedicando a sus tierras sus días libres, podando, labrando, curando. Sus árboles son lo primero y por ningún motivo los abandonarán.

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