Aquella mañana de primavera, España escuchó conmocionada la noticia de que unos peligrosos asesinos de ETA habían muerto cuando intentaban huir. Muchos aplaudieron, tranquilizados al saberse protegidos por el Estado, otros nos preguntamos como se podía tener tal certeza sobre unas personas que habían fallecido sin tan siquiera haber sido puestas a disposición judicial. Los cimientos de la incipiente democracia habían sido removidos, y unas familias recibieron espantadas los restos descuartizados y carbonizados de tres jóvenes inocentes, que salieron a pasar un día de asueto y se encontraron de bruces con la muerte más terrible. Tres bocas selladas, que nunca podrían contar lo que ocurrió, tres familias destrozadas por el dolor y la impotencia ante lo inexplicable, y un país atónito ante las atrocidades que se fueron descubriendo con el tiempo. Y ahí estabas tú, dispuesto a buscar la verdad escondida con tanta saña, que te viste obligado a vivir oculto en una cueva durante meses, ante amenazas de muerte tan reales como ponerte una bomba en el garaje. Conociéndote, era imposible que te paralizase el miedo, y arriesgaste el todo por el todo, buscando esa verdad que se intuía ante la crueldad tan brutal con que habían sido tratados esos jóvenes, asegurando su silencio con la muerte. Al final se hizo justicia, esa que se representa con los ojos tapados, mirando hacia la nada, y tú te reconociste como la cuarta víctima. Ríos de tinta han corrido sobre el papel, tratando de desgranar lo que ocurrió realmente antes de entregar a las familias los restos de esos jóvenes, pero tu boca nunca se abrió para contar toda la verdad y nada más que la verdad. Jirones de ella hemos conocido pasado el tiempo, después de celebrado un juicio que ni impartió justicia, ni reparó el dolor de las familias, ni restañó las heridas infligidas al Estado de Derecho consagrado en un Constitución recién estrenada. Este año, esta semana misma, nos dejaste una vez más, con la tarta entre las manos, las velas encendidas y las ganas de verte la cara llena de chocolate y merengue, disfrutando como un adolescente de tus 16 años…Un día como el de ayer, 20 de enero de 2023, habrías sentido la paz que tanto habías buscado desde aquel aciago día del mes de mayo de 1981, en que sin saberlo aún, te habías convertido en la cuarta víctima del llamado "caso Almería". Hoy tu boca también está sellada, pero afortunadamente hay quienes, siguiendo tu misma senda, han dedicado su esfuerzo a buscar la verdad y la reparación, para que hechos como esos no se repitan nunca, para que en nuestro país cuando alguien salga de su casa, tenga la seguridad de que regresará sano y salvo, para pedir perdón en nombre de un Estado obligado a garantizar la vida y la integridad de sus ciudadanos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios