Calamares a la romana

¿Importa algo que la Señora aporte un título de mercadillo? Un diploma de marketing sin aval de Licenciatura. Basura académica al servicio de oportunistas de ocasión

La expedición del Marqués de la Romana a Dinamarca en 1.807 llevó a 14.895 infantes españoles fuera de nuestras fronteras y dejó muy mermadas y en clara minoría las tropas del ejército español frente a la invasión napoleónica. El Rey Imbécil, Carlos IV, su aberrante hijo y sucesor el Rey Felón, Fernando VII y el Marqués de la Romana dejaron escrita una de las páginas negras de nuestra historia. La firma del Tratado de Fontinebleau, dejó abiertas las fronteras para que el ejército francés entrara en España. El pueblo español, traicionado y abandonado hubo de alzarse en armas contra el ejército francés en una guerra sanguinaria en tanto el Marqués de la Romana se paseaba con su sombrero de plumas por Europa apoyando a las tropas francesas en el sitio de Kolding. Buscaba tal vez los honores del amo de Europa e invasor de España, Napoleón Bonaparte. A tal punto que el Marqués, como General del Ejército, no tuvo reparo en jurara lealtad desde Jutlandia al Rey Usurpador, José I, hermano de Napoleón Bonaparte. Y poco después pasarse al enemigo y contactar mediante espías con el Almirante Keats armada británica para escapar a Inglaterra. Un vulgar oportunista que quedó en la historiografía danesa que el Marqués y la tropa española quedaran como traidores.

Lo cierto es que finalmente el Marqués y parte de esa tropa hubieron de salir huyendo en barcos ingleses y pedir asilo a Inglaterra, contra la que habían luchado instados por Carlos IV y Fernando VII quienes celebraban en Bayona los triunfos de Napoleón masacrando al pueblo español organizado en guerrillas. En este contexto actuó ese Marqués de la Romana. Y esa fue su gloria, ignorado aquí por los militares que bravamente organizaban el mermado ejército para defender España y su independencia. En Bailén hubo de ser un general de la reserva, el general Castaños quien hiciera honor a la lealtad del ejército español con la Patria derrotando al Mariscal Dupont y comenzando lo que fuera una victoria definitiva y el ocaso del Emperador que amenazaba Europa. Como cabe imaginar esta deshonrosa historia ha sido "interpretada" por su familia y en parte también por el ejército español con actos y conmemoraciones que tratan de edulcorar la realidad.

Ahora, dos siglos más tarde, su sucesor, también Marqués de la Romana, se ha abierto de piernas ante el amo de España, Pedro Sánchez y en un gesto de auténtica bravura e independencia, ha "colocado" a su esposa , Begoña Gómez, como Directora de no sé qué chollo en el afamado Instituto de Empresa (IE) donde es fundador el tal Marqués. Y ello en relación a otro rollo inventado expresamente "para del desarrollo de África" pero que huele a una estrategia oportunista para contentar a Doña Begoña y su Esposo. Ante la avalancha de críticas, asegura el Marqués que este proyecto va a solucionar los problemas de África en un abrir de ojos y que esta iniciativa se debe al abultado currículo de Doña Begoña. ¿Importa algo que la Señora aporte un título de mercadillo? Un diploma de marketing sin aval de Licenciatura. Basura académica al servicio de oportunistas de ocasión. Podría igualmente haberla nombrado Directora de un master sobre "el trauma del cangrejo de río en cautividad". Daba igual. Según escribe el columnista monárquico, Alfonso Ussía, esta burda maniobra es la típica intentona zalamera tras algún tipo de subvención que compensara el dispendio salarial y otras mamandurrias, algo que probablemente jamás veremos publicado. En fin, una decepción con ambos Marqueses de Calamares a la Romana. Uno saliendo por piernas ante la invasión francesa y el otro abriéndose de piernas ante el poder socialista.

¿Merecemos los españoles estos marquesados y estos calamares?, Sin duda, y mucho más. Desde la deshonra en aquella guerra con nuestros Reyes en posición de cúbito supino y el Marqués con su sombrero de plumas en Dinamarca, poco ha cambiado. Los marqueses y los calamares a la romana continúan en sus habituales quehaceres y por ello merecemos la traición, el abandono y la apertura de piernas para congraciarse con el Poder, cualquier Poder, base de su privilegiada posición económica y social. Al fin importa poco que sean Calamares a la Romana o Chipirones en su Tinta. Ante muestras de semejante vasallaje ante Napoleón o ante Sánchez solo queda una mueca de desprecio por todo lo que son y representan. Joder, que tropa de notables. Será por ello que los Calamares a la romana han bajado de precio y aprecio ante el pueblo llano que trabajosamente trata de pagar la luz y llegar a fin de mes sin necesidad de abrirse de piernas ante nadie. Cosas de la vida, el muy prestigioso Instituto de Empresa muestra así un afán impropio y protagoniza en la persona del marqués un gran escándalo que quedará grabado en la memoria colectiva de estos años de revuelo y cobardía.

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