Caleidoscopio

¿Y si fuera posible agitar nuestra vida para obtener otras imágenes armónicas de nosotros mismos?

Andábamos a otra tarde en la librería de mi amigo Rafa, la Nobel. Una de esas donde aún se respira el amor por los versos y las letras. Paseando por los estantes acabé llamando la atención de una novela. Sí, ella me eligió a mi. Y horas después descubrí que pertenecía a ese grupo especial de obras en las que no importa el orden de lectura de sus capítulos. Por donde quiera que la empieces conseguirás dibujar la cosmogonía que el autor pergreña sólo para ti.

Al poco me acabé preguntando: si un libro ordenado de cualquier manera consigue trasmitir el mismo mensaje ¿qué sucedería si las emociones y pensamientos surgidos a lo largo de nuestro devenir existencial pudiesen ser reordenados de una nueva forma? ¿Obtendríamos la misma impronta en nuestra forma de ser y estar en el mundo o por el contrario surgiría un Yo diferente? No me refiero a la posibilidad de alterar el hilo cronológico de nuestra vida. Aunque fuese posible sería un verdadero lío que después de jubilarnos nos graduásemos en el instituto. O que tras nacer nuestro primer hijo comenzáramos con él en la guardería. Este ejercicio de reflexión plantea la posibilidad de reordenar de un modo distinto los sentimientos, emociones y pensamientos que han emergido a lo largo de nuestra vida. Vivir con despreocupación lo que en su momento fue angustiante o entristecerse cuando tocaba reír. Así, en apariencia, pudiera resultar una solemne tontería pero si les apetece dedíquenle unos segundos a este delirio mío. Desde un punto de vista clínico es importante que la emoción sea congruente con el evento que la causa, por supuesto. Pero abstrayéndonos de vacuas observaciones de psiquiatra barato es evidente que lo que verdaderamente marca el ritmo de nuestra vida son los hechos en sí mismos. La emoción que lo acompaña es el adorno con que lo vestimos o (peor aún) lo disfrazamos. Si desordenáramos nuestro hilo cronológico obtendríamos un imposible. Agitando, no obstante, el caleidoscopio de nuestras emociones tendríamos algunas versiones disonantes de nuestra vida pero otras, en cambio, serían variantes más livianas y sanas de nuestro ser.

Si me han seguido hasta aquí les reconoceré que no siempre es fácil regular nuestra emoción. Pero no en vano nos recuerda Séneca que "nada necesita menos esfuerzo que estar triste".

Y todo esto es para contarles que aunque esa novela me eligió a mí yo siempre podré elegir cómo leerla.

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