Calentura revisionista

Los brotes de corrección política cursan con una calentura de fervores revisionistas

La corrección política es una política correcta? Juego de palabras aparte, reunir lo que denotan ambos términos no siempre lleva a un resultado oportuno, razonable o sensato. Las estaturas de Cristóbal Colón ya han sido objeto de destrozos provocados por una violencia furibunda, acaso por una venganza, por un tumulto incendiario, que auspicia el revisionismo histórico. Emparentado, eso parece, con la memoria histórica -otra reunión inoportuna de términos- en la crecida familia de lo políticamente correcto. Un brote de esta última corrección, no tan infecciosa como el coronavirus maldito pero acaso más sintomática, ha hecho de las suyas con los responsables del Museo Natural de Londres. De tal forma, que una calentura de fervores revisionistas hace despotricar ante algunas colecciones reunidas en los viajes del naturalista Charles Darwin, dado que "la ciencia, el racismo y el poder colonial estaban intrínsecamente entrelazados". Una de las exposiciones objeto de censura muestra especímenes de aves exóticas que el propio Darwin, entonces joven, con menos de treinta años, recolectó en las Islas Galápagos, en 1835, durante la segunda expedición del buque HMS Beagle, principalmente conocido por el viaje del naturalista. Incluso la imponente estatua de Darwin, en la sala principal del museo, podría ser retirada como otro efecto de la fiebre revisionista. Puesto que, según sostienen tales calenturientos, "los museos se establecieron para legitimar una ideología racista".

Bien está el cuestionamiento del darwinismo, de la selección natural que explica la evolución de todas las especies de los seres vivos a partir de un antepasado común, en la dialéctica con el creacionismo. Teológicamente explicado este desde una creación divina o como teoría alternativa que sostiene la existencia de un acto particular de creación para cada una de las especies. Incluso razonable es discurrir sobre la deriva del darwinismo social, aunque sea con una interpretación alternativa de las condiciones del medio natural que propician la reproducción de los organismos vivos mejor adaptados y la herencia de sus rasgos por los descendientes. Pero todas estas disquisiciones fundadas se precipitan cuando la doctrina revisionista -los mandamientos de las consignas políticamente correctas- proclama una reparación histórica que, precisamente, atropella y desnaturaliza la historia. Ya que, además de enjuiciarla indebidamente, lo hace con hipocresía. Y esta no resulta asintomática.

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