Libertad Quijotesca

Irene Gálvez

Calidad de vida

Porque de lo cotidiano, como nos enseña la historia a poco que pongamos interés por aprender, nace lo extraordinario

V IVIMOS nuestro presente sometidos a una turbadora velocidad, corre que te corre hacia promesas de satisfacción inmediata, e incluso aseguran que puede ser perpetua. Cuidado no resulte ser un mero espejismo. Se ha impuesto el hedonismo, que el diccionario de nuestra Real Academia de la Lengua, fundada en Madrid en 1713, define como "doctrina de la filosofía, concerniente a la ética, que considera el placer como el objetivo de la vida". Los hedonistas intentan evitar el dolor a toda costa. Craso error porque tanto el dolor como la frustración y el fracaso forman parte de la vida, es más, el fracaso es una de las mejores oportunidades para aprender. ¿Y dónde queda el tiempo necesario para reflexionar sobre que estamos haciendo con nuestra existencia?. Pensando en todo esto recordé las palabras de Matilde Huici Navaz: la calidad de la vida vale más que la vida misma. Maestra, pedagoga, periodista y abogada, nació en 1890 en Pamplona y murió en Santiago de Chile en 1965. Una de las activista e intelectuales españolas mas sobresalientes del siglo XX. Defensora de los derechos de la mujer, del derecho al voto y la educación, para que las mujeres, como escribió, fuéramos personas, ciudadanas en el mundo. Mujeres y hombres juntos, de igual a igual, y con toda nuestra diversidad. Recordando las palabras de Matilde Huici sobre las condiciones en las que transcurre nuestra vida siempre me planteo el poco valor que le otorgamos a la vida cotidiana, a las rutinas que llevamos a cabo. Cumplir años te enseña que no solo no hay que desdeñarlas, hay que poner en valor lo cotidiano. Basta un segundo para que todo se modifique, en demasiadas ocasiones resulta doloroso, incluso fatal. No obstante, esa es la naturaleza de la vida. Pienso que el día a día esta lleno de detalles, en el trabajo, la vida familiar o con los amigos, que nos proporcionan sensaciones gratas y recuerdos placenteros. Tomar un café y tener una conversación mirándonos a los ojos, ir al cine, a comprar el pan a la panadería de nuestro barrio, hablar del tiempo, y si llueve haremos migas. Porque de lo cotidiano, como nos enseña la historia a poco que pongamos interés por aprender, nace lo extraordinario. Que nada ni nadie nos empuje a correr como si no tuviéramos voluntad ni capacidad para discernir; para pensar y actuar responsablemente.

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