Las crisis nos cambian sí, pero no en todo. La estupidez, por ejemplo, es muy resistente al cambio. No subestimes nunca el poder de la estupidez humana nos recordó Heinlein (Confieso que no sé quién es este señor, pero la frase me gustó. Espero, eso sí, que no se trate de un peligroso ultra escandinavo y tire mi reputación progresista por la borda).

Lo peor es que, además, la estupidez es contagiosa. Ya lo vimos en la crisis anterior. A alguien le preguntaron ¿cómo podemos reducir el desempleo este que nos está ahogando? Y el bueno del opinador respondió con cierto desprecio: somos un país de albañiles, hay que cambiar el modelo económico. Ese somos, no hace falta decirlo, sirve para criticar a los demás al tiempo que acredita nuestra modestia. Nos hemos incluido, si, pero por bondad.

Aquello hizo fortuna y la respuesta más exitosa a las preguntas sobre desempleo consistió en despreciar a los albañiles. Y llegamos aquí. Y cómo tenemos memoria y hemos empezado ya a oír la nueva variante -del desprecio, no del virus- estemos preparados.

Somos un país de camareros, estamos oyendo y leyendo y te imaginas al tertuliano arrugando la nariz con desagrado. Si, muy bien, pero ¿cómo cambiamos el modelo -otra vez-para dejar de ser un país de camareros y convertirnos en un país de..? ¿De qué? Porque ha hecho ya cierta fortuna lo de hay que abandonar la hostelería y dedicarnos a las energías sostenibles.

Que no digo yo que no, pero ¿Qué haces con los actuales empleados de la hostelería, que en Almería suponían en febrero 10.600 de los 184.000 trabajadores por cuenta ajena, y casi 5.000 trabajadores autónomos? Y eso en empleos directos, sumemos todo lo que se nos ocurra, desde distribución a alimentación, del que vende el aceite al que reparte los sobrecitos de sal. ¿Se ponen todos a sujetar paneles solares en el desierto de Tabernas?

Solo bares y restaurantes aportaron el 4,7% del PIB español en 2019. Así que cuando no sepamos como solucionar el mal eterno español, es decir, el desempleo y no tengamos muy claro como saldremos de lo que ahora mismo tenemos, sería mejor callarnos. Puede que un de los males de la política sea que el medio y largo plazo no resultan rentables, porque cuando llegue ese futuro igual ya no estás. Sería bueno, por tanto, intentar salvar ahora las empresas que sea posible ¿por dónde anda el plan de los 11.000 millones? Y, al tiempo, desde el dialogo social planificar de alguna manera los cambios que nos permitan ganar el futuro.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios