Cambalaches del seudoarte

Hoy estética y petardeo, se confunden promiscuamente en el objetivo de atraer visitantes ignaros y sin criterio

Causó justa indignación la exhibición en la última feria ARCO, de unos retratos de políticos catalanes en prisión, con la leyenda de «presos políticos», que la cocina mediática del procés aprovechó para guisar todo el cisco posible, a pesar de la mamarrachada seudoartística. Pero en el mundo de arte, acaso más que en otros ámbitos, nada extraña ya a nadie y allí viven unos y otros, como dice el tango, «revolcaos en un merengue y en el mismo lodo, todos manoseados». Dando la vara con ese mantra del "arte moderno", en el que extravío, lo turbador o lo chocante priman sobre la armonía, la simetría o la belleza que siempre distinguió al arte clásico. Hoy no, hoy a ese tipo de arte moderno que convulsionó la expresión artística en el S. XX solo le importa alborotar. Aunque sea con una frivolidad a menudo insoportable, que justifica a través de una mal entendida, pero sacralizada, idea de la libertad de expresión. Frivolidad que ha convertido, como dice J.A.Marina, la creación en un juego que no es que pueda sino que incluso debe jugar cualquiera con tal de que genere alboroto: y si lograra al escándalo, mejor. Las muestras dan para una enciclopedia del disparate. En 2007, G. Habacuc ató un perro a la pared de una galería y lo tuvo allí varios días agonizando sin agua ni alimento hasta que falleció, ante la perplejidad pública. El año siguiente fue invitado por la Bienal de Arte, a repetir. En 1958, otro artistazo, Y. Klein invitó a mil personas a su exposición "Vacío" en una célebre galería parisina: efectivamente en la galería no había nada, y ese era el glorioso espectáculo. O en el Museo de Chicago, se exhibió a una mujer chupándose el dedo gordo del pie: una genialidad, ¿verdad? Inagotables los ejemplos. Así que hoy estética y petardeo, se confunden promiscuamente en el objetivo de atraer visitantes ignaros y sin criterio, en una decadencia que intenta, justamente, ridiculizar el arte con lo grotesco, si falta hiciera hasta pintando lo invisible o lo impintable aunque, eso sí, sólo si con ello, alguno gana dinero, que fue el auténtico arte de los A.Warhol y cía: explotar lo indignante, que es lo que vende, capullos. Punto. Y en ese chusco cambalache de insignificancias, estéticas y sustanciales, para los que no distinguen valor cualitativo entre la Meninas y el retocado Ecce Homo de Borja, es donde refulge el retrato de los políticos presos, exhibido en ARCO. Qué pena.

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