Capitolio ocupado

Levantamientos populares como el norteamericano parecían imposibles hasta que el Capitolio fue ocupado

Las imágenes de los "trumpistas" rodeando el Capitolio, en Washington, no son, como pudie-ran parecer, de un distopia populista. Por eso mismo desconciertan, porque corresponden a un levantamiento popular de adeptos a la causa del presidente saliente -que no quiere salir-, cuan-do la Cámara iba a validar los resultados de las elecciones de noviembre pasado y proclamar la presidencia de Joe Biden. La comparación con el golpe de Estado en la España de 1981 no tiene más relación que la propia de los atropellos que se precipitan para alterar el orden de las cosas social y democráticamente establecido (aunque tanto la sociedad como la democracia tengan mucho espacio para la mejora). Si bien, eso mismo aproxima estas dos insurrecciones que ponen por delante la vulnerabilidad del estado de las cosas que parece a salvo de tales desquicios. Ya lo dijo Obélix, el Galo: "¡Están locos estos romanos!", aunque por otras razones, en su irreducti-ble aldea. Acababa de celebrarse un mitin cerca de la Casa Blanca, con Donald Trump en su frecuente es-tado de exaltación entre histriónica y enfebrecida. No es de extrañar que ese tono mitinero, co-mo el de tantos otros prebostes, tenga más de ensayo premeditado que de natural -y desmedi-da- manifestación del ánimo. Otra cosa es que el "trumpismo" resulte una doctrina atractiva cuando se reúnen las contradicciones sociales y la simplificación de la realidad y del pensa-miento. Esta pretendida ocupación popular del Capitolio tiene además efectos perniciosos que saltan las fronteras norteamericanas -con estas también se las vio Trump-. Uno tiene que ver con los estereotipos, que reparten universalmente prejuicios comúnmente aceptados. Y aunque la aversión a lo yanqui suele ser algo hipócrita, también es extendido el reconocimiento al desarro-llo de la democracia norteamericana y a la libertad que no pone muchas cortapisas al progreso personal y social. Por eso las imágenes del tumulto ante el Capitolio, las fuerzas del orden sin encontrarlo, miembros de las cámara con protección en paraderos desconocidos, el caos y la sensación de desgobierno -con tuits no se ejerce- van a trastocar las presunciones de los estereo-tipos. Y otro efecto más pernicioso será el de la imitación, dado que el modelo no es ajeno a la exasperación de amplios sectores de sociedades desarrolladas, en que levantamientos populares como el norteamericano parecían del todo imposibles… hasta que el Capitolio fue ocupado.

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