Carta del Director/Luz de cobre

Carlos Ruiz Zafón

Porque esa luz se ha apagado, pero como un farol Daniel Sempere siempre la mantendrá incandescente

Tristeza. Dolor. Rabia. Pesar. Carlos Ruiz Zafón nos dejaba la semana pasada y con él se iba un fragmento de literatura, una porción de libro olvidado en un anaquel. Un instante mágico de la literatura española actual que todos absorbimos con deleite cuando nos sumergimos en la saga de La Sombra del Viento. Zafón se ha ido a su mítico Cementerio de los Libros Olvidados, aunque su obra permanecerá entre nosotros. Sus lectores se cuentan por millones.

"Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él", señala uno de los personajes literarios creados por Zafón, el señor Sempere, a su hijo Daniel mientras le descubre el secreto del Cementerio de los Libros Olvidados.

La Sombra del Viento ambientada en la Barcelona gótica y en un imaginario Cementerio de los Libros Olvidados, me devolvió el amor por la lectura. Esa sensación que rara vez aparece cuando tienes un libro en la mano, que no puedes dejar de leer, pero tampoco quieres que se acabe y lo pospones lo que puedes. Le siguieron El juego del ángel (2008) y El prisionero del cielo (2011). En 2016 publica El laberinto de los espíritus, la cuarta y última entrega de la saga iniciada con La Sombra del Viento.

La lectura de la obra de Ruiz Zafón me permitió soñar con una Barcelona que desconocía, una Barcelona que a raíz de este trabajo inició rutas guiadas por lugares para muchos desconocidos y que luego Ildefonso Falcones continuó con La Catedral del Mar. La Sombra del Viento abrió en mí el deseo irrefrenable por ver los escenarios reflejados en la novela desde otro punto de vista. Un fórmula excepcional que me ha permitido después recorrer Vitoria de la mano de Eva García Sáinz de Urturi y su trilogía de La Ciudad Blanca o Dolores Redondo con la del Batzan, o Ken Follet y la suya del siglo XX. Llegas a Berlín y percibes el miedo, la desesperación, la angustia de los judíos y la esperanza del fin de la Segunda Guerra Mundial y lo sueñas en un barrio como Mitte. Y qué decir de Dan Brown y el Código Da Vinci y París o Inferno, una más de la saga de Robert Langdon y Florencia. Todas y cada una de las ciudades tiene su Cementerio de Libros Olvidados. Toda y cada una tiene el sello inconfundible de Carlos Ruiz Zafón. El autor que me hizo ver las novelas desde otro punto de vista. Ese que te traslada desde el sillón de tu casa a un mundo desconocido y por descubrir más allá de la normalidad. Hoy, casi veinte años después de La Sombra del Viento y del veneno que logró inocular en mí sigo releyendo algunos pasajes de vez en cuando y conservando algunas palabras como "Luz de Cobre", título de esta columna semanal y de mi blog. Porque esa luz se ha apagado, pero como un farol Daniel Sempere siempre la mantendrá incandescente.

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