A Son de Mar

Inmaculada Urán / Javier FornieLes

Carmen de Burgos y Almería

Almería provoca siempre en Carmen de Burgos sentimientos contradictorios

Hace unas semanas trazamos un perfil de Carmen de Burgos. Nos gustaría ahora recordar sus comentarios sobre Almería. Resulta una tarea sencilla hoy día tras la biografía publicada por Concepción Núñez Rey, quien dio una excelente conferencia este año en la Facultad de Humanidades.

Almería aparece en varias novelas de Carmen de Burgos: en La malcasada o en los relatos ambientados en Rodalquilar y sus cercanías. Y de ella habló también en varios artículos y libros. Su tierra natal provoca siempre una mezcla de sentimientos contradictorios. Allí están sus padres, "todos los que me aman", sus recuerdos de infancia. Pero es también la ciudad que guarda viejas heridas: su matrimonio, la muerte de sus primeros hijos. Cuando llega de su primer viaje por Europa y se asoma al puente del barco, destaca la belleza del lugar, pero el recuerdo de La Regenta asoma en sus cavilaciones: "mi árabe odalisca dormía a la sombra de su vetusta Alcazaba". Almería le parece "una ciudad africana"; su calle de las tiendas es como esas calles de bazares mahometanos"; "una ciudad moruna por su clima, su vida y sus costumbres", "en su languidez, en su excesivo recogimiento", dirá una y otra vez.

Las palabras son significativas. Ella, que luchó por la igualdad de la mujer, no podía sentir solo aprecio por la ciudad que le recuerda una odalisca o la triste condición de la mujer en tierras africanas. En sus escritos, Almería es además un lugar abandonado por la administración: la cárcel se cae, la contaminación del agua provoca epidemias, los obreros ganan un mísero jornal con el esparto y la mortalidad infantil presenta cifras escandalosas.

Sin duda, Carmen de Burgos se mostraría complacida cuando en 1913 la agasajaron las autoridades en el puerto con la banda de música y recibió la invitación para dar una conferencia en El Círculo Mercantil. Y lo mismo debió ocurrir cuando volvió con Unamuno y Victoria Kent para rendir un homenaje a Salmerón durante la República.

Pero todo se mezcla. El dolor por el pasado, la rabia por el atraso junto a la imagen luminosa: "La Alcazaba tiene a sus pies una ciudad blanca, de casitas bajas, dormida en su sueño semioriental, y delante el panorama espléndido del Mediterráneo". Y siempre la nostalgia, los recuerdos encontrados la invaden mientras la campana de la Vela, de diez a cuatro, da sus toques en el silencio de la noche.

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