A Son de Mar

Inmaculada Urán / Javier FornieLes

Carmen de Burgos

Con el corazón ya gastado tuvo que vivir la afrenta más dolorosa, el engaño de su compañero y de su hija

Andar estos días de calor por el Paseo Marítimo al amanecer o al atardecer se convierte casi en una obligación. Ese Paseo en la ciudad de Almería lleva un nombre: Carmen de Burgos. ¿Pero qué sabemos de ella?

Carmen de Burgos nació junto a la Plaza Vieja. Pasó una infancia feliz en Rodalquilar. Su familia contaba con medios de vida suficientes y pudo tener una cierta instrucción, disponer de algunos libros en esos primeros años. Los problemas empezaron al dejar la adolescencia y convertirse, muy joven, en una mujer casada. El matrimonio fue una amarga experiencia. Pero le dio una causa y un sentido a su vida. Descubrió que esta solo podía recuperarla si conseguía la independencia económica. Obtuvo el título de maestra, sacó las oposiciones y pudo, al fin, romper las ataduras y salir de Almería. La nueva Carmen empezó a forjar su propia personalidad. Si la mujer estaba condenada a vivir encerrada en casa, ella haría justo lo contrario: viajar por Europa y América. Si debía permanecer en silencio, ella no pararía de hablar; es más, daría voz al resto de las mujeres. Publicó miles de artículos. Fue la primera mujer redactora en un diario, pronunció conferencias, creó la Cruzada de Mujeres Españolas, habló con presidentes, escritores, científicos. Y si la mujer debía vivir oculta, en el círculo doméstico, ella haría lo opuesto. Su vida se sometió a una exposición pública permanente: nadie desconocía su nombre. Atrajo todo tipo de odios y fervores. Su seudónimo, Colombine, se convirtió en un símbolo de mujer luchadora, capaz incluso de acercarse al escenario de guerra como corresponsal o de plantear temas imposibles: el divorcio, el voto de la mujer, la igualdad.

Los últimos años se empañaron con una terrible tragedia personal. Con el corazón ya gastado tuvo que vivir la afrenta más dolorosa, el engaño de su compañero y de su hija. Solo le quedó un mito, un amor: la República. Su muerte repentina en 1932 le impidió ver lo que estaba pasando con la República y lo que vino después. Le impidió también caer en las loas de quienes ensalzaban a Franco o de quienes cantaban a Stalin. Con el tiempo, de ella ha venido a quedar un perfil estimable. Podemos recordar a una notable escritora y a un ser humano que abre su propio camino y trabaja sin descanso, que defiende unos ideales hoy compartidos: la igualdad de cualquier persona con independencia de su sexo.

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