República de las Letras

Carmen navarro

Practicanta y Matrona del Hospital Provincial, fue figura importante de las primeras generaciones de cuidadoras

Carmen Navarro Sánchez (1889-…) cursó sus estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada. Desde su incorporación al mundo sanitario tuvo que luchar contra la discriminación de la mujer en la profesión, con el objetivo de abrir paso a futuras promociones. Publicó numerosos artículos en este sentido que le valieron el respeto de sus compañeros. Fue una de las trece fundadoras del Colegio de Auxiliares de Medicina y Cirugía en 1917 y en 1919 obtuvo el número uno en las oposiciones para la Casa-cuna. Sin embargo la Comisión Provincial de Beneficencia le negó la incorporación al puesto conseguido, lo que la obligó a una larga lucha en los tribunales. Desde 1921 trabajó en el Hospital provincial y en la Asistencia Pública Domiciliaria. Participó en la gestación del Colegio de Matronas de Almería logrando el consenso con el Colegio de Practicantes para que las cuidadoras con doble titulación practicanta-matrona dispusieran de su propia agrupación independiente desde 1922. En 1928 obtuvo el título de matrona y fue nombrada secretaria del Colegio de Matronas de Almería a la vez que seguía perteneciendo al de Practicantas. Sostenía que era necesario agruparse para combatir el androcentrismo imperante en el sector y el intrusismo profesional, tan frecuente entonces. En 1932 ingresó en el Sindicato La Salud, de la UGT, centrándose en la lucha contra el caciquismo imperante en la Diputación Provincial y los abusos de la Iglesia en los establecimientos públicos. Defendió también los derechos de las mujeres que trabajaban en el Hospital y el Manicomio Provinciales.

Durante la Guerra se adscribió a la Unión de Mujeres Antifascistas y visitó los frentes para llevar ropa y comida a los milicianos. Abandonó el Partido Comunista, al que pertenecía su esposo, colaborador del Socorro Rojo Internacional, e ingresó en el Partido Republicano Radical. Por ello sufriría acoso y persecución, y la Comisión de Depuración la separaría de la profesión en 1938.

El franquismo la consideró mujer "peligrosísima". Vio a su hijo encarcelado y condenado a cadena perpetua. En 1955, con 65 años de edad y enferma, solicitó le fuesen abonados los haberes hasta el momento de su depuración, petición que fue desestimada en reiteradas ocasiones, dando lugar a un largo proceso en distintos tribunales de justicia para el reconocimiento de sus años de profesión. Su pista se pierde en 1956.

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