Utopías posibles

Carta para no olvidar

Quiero que sepas que no me olvido de cómo deben ser las cosas, y que lucharé porque nadie lo olvide

Querida Julia, mi pequeña. Tienes cinco años, y seguramente no vas a leer esta carta. Si la leyeras, quizá tampoco la entenderías. La verdad, no sé si la escribo para ti o para mí mismo y para los mayores que te rodean. Prometo recordarla cada día mientras dure esta pandemia que nos tiene a todos tan descolocados, con tanto miedo y haciendo tantas cosas que jamás hubiéramos imaginado. No es normal, Julia. No es normal que no se den dos besos cuando ves a alguien. Tampoco es normal que llevemos tanto tiempo sin ver a los abuelos, que tanto te echan de menos. No es normal que no des abrazos nada más que a tu familia, ni que no haya parques. No es normal que no quedemos casi con tus amigos. Tampoco es normal que te laves las manos constantemente con ese líquido que te deja la piel tan mal. No es normal que en el cole no os inviten tampoco a bailar juntos, mezclados, ni a pintaros los unos a los otros, a cogeros de la mano, compartir juguetes o comida, o cambiaros de compañeras y compañeros de mesa.

Muchos de los mayores que lean este texto pensarán que exagero, que todo pasará y volverá a ser como antes, pero eso lo sabemos (o deseamos) los mayores. Tú, no. Ya han pasado ocho meses, y si esto se prolongara un año, o dos años, puedes llegar a pensar que la realidad es así, que la vida es así, y que no hay otra forma de relacionarse en la calle, con la familia y en la escuela. Dos años no son nada en la vida de los adultos. En la tuya, es casi la mitad.

Quiero que sepas que no me olvido de cómo deben ser las cosas, y que lucharé porque nadie lo olvide. Tenemos que recordar que queremos una escuela donde los niños y niñas no están sentados en fila, o en el mismo pequeño grupo durante todo un año. No queremos actividades telemáticas todo el tiempo, por muy bien diseñadas que estén. Somos muchos quienes creemos y sabemos que lo que realmente funciona es la mezcla, la interacción, la relación social. Cuanto más, mejor. Sabemos, por tanto, que esto no es lo mejor para ti, como tampoco lo es para nadie.

Solo nos queda resistir, aguantar, renunciar a muchas cosas esenciales por culpa de este asqueroso virus, pero no debemos dejar pasar un solo día sin imaginar, pensar, soñar y reflexionar sobre lo que haríamos en circunstancias normales. Si no lo recordamos a menudo, corremos el serio peligro de olvidarlo y no volver a ser nunca quienes fuimos, ni quienes queremos ser.

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