A Son de Mar

Inmaculada Urán / Javier FornieLes

Casa eterna

La historia de sus ocupantes permite seguir las purgas y las convulsiones del régimen soviético

El acantilado acaba de publicar la obra de Yuri Slezkine titulada La casa eterna. El subtítulo elegido - 'Saga de la revolución rusa'- nos indica el tema. En 1931 se inauguró un edificio gigantesco de viviendas para altos cargos del gobierno frente al Kremlin. Sus ocupantes disfrutaban de no pocos privilegios. Quienes vivían allí tenían cines, peluquerías, servicios médicos, comidas a domicilio, gimnasio, pista de tenis. Pero caminaban siempre junto a un precipicio. Luchaban por lograr un apartamento con más habitaciones y al mismo tiempo sabían que un papel podía arrojarlos al infierno en cualquier momento. La historia de sus ocupantes, de cómo entraban exultantes o eran arrojados del edificio permite seguir las purgas y las convulsiones del régimen soviético.

El libro resulta abrumador. Más de 1500 páginas de letra apretada. Por ellas, junto a políticos y comisarios, circulan muchos de los escritores o críticos depurados como Voronski. Un caso menor, el de Mijaíl Koltsov, puede servirnos de ejemplo para ver el exterminio del individuo y la ruleta que marca sus destinos. Tras volver de España fue aclamado y recibió todo tipo de honores. La matanza de la guerra civil era un espectáculo edificante, señalaba el futuro para los dirigentes soviéticos. Un año después, en 1938, Koltsov publica Diario de la guerra de España. Ese mismo año fue detenido. Los más afortunados iban a trabajos forzados. Se necesitaban esclavos para levantar la patria. No fue el caso de Koltsov. Moriría fusilado y la misma suerte correría después su mujer.

La prolija enumeración de personas que matan y son a su vez asesinados ¿resulta excesiva? Quizás. ¿Pero cómo explicar un régimen que instaura el terror y elimina a cientos de personas de sus propias filas, cada día, con juicios de 5 minutos? ¿Cómo dar cuenta de los sentimientos de quienes torturan para conservar sus privilegios y que al mes siguiente se encuentran encarcelados? ¿Cómo imaginar las horas angustiosas de los jerarcas y de sus familias, los días que pasan temiendo que la policía venga a detenerlos mientras duermen vestidos o colocan muebles en las puertas para que al menos no los pillen de improviso en medio del sueño? La cantidad aquí se convierte en calidad; sólo la enumeración exhaustiva puede darnos un atisbo, una ligera idea de lo que aquello significó.

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