Casarse con uno mismo

La "sologamia", casarse con uno mismo, está a medio camino entre el disparate novelero y la misantropía

Cuando alguien afirma que no hay mejor forma de amar y ser amado que la de amarse uno mismo, cuestión será de distinguir si se está ante un desquiciado disparate novelero, como la "sologamía", o ante una manifestación, algo disimulada, de la mucho menos novedosa misantropía, porque la aversión al trato y a la relación con otras personas es un modo de comportamiento añoso. Algunos antecedentes de esta ocurrencia "sológama" ya se tienen con los "singles" maduritos, los solteros empedernidos a los que no se les ocurre, ni por asomo, visitar las páginas de contacto en internet. Pero ahora se hace una circunstancia festiva y celebrada, una ceremonia matrimonial de un solo contrayente, contradicción aparte. "Un cuento de hadas sin príncipe azul". Las mujeres son más propensas que los hombres a estos "autoenlaces" o "autobodas". Cuestión que no habría que asociar, en una hipótesis precipitada, a que estén más inclinadas a la misantropía, ya que mejor se acertaría adelantando que son más autónomas.

De modo que se realizan invitaciones, se elige un oficiante a propósito y se celebran las nupcias, a veces fastuosas, en salones o jardines, con banquete, alianza, tarta nupcial con una sola figurita, viaje de boda, para hacer público disfrute de que no es necesario esperar que llegue la media naranja. Uno solo, una sola, es la naranja entera.

Tal como con otras celebraciones "alternativas" o "rompedoras", esta comparte la imitación de los modos tradicionales, una boda en toda regla y, aunque el matrimonio ha extendido su amparo a la unión de dos personas, tanto del mismo como de distinto sexo, habrá que revisar si cabe aplicarlo a estas uniones "sológamas" y, de paso, a las polígamas en sus diferentes combinaciones. Problema no solo académico, de acepciones del Diccionario, sino sobre todo legal aunque, en la "sologamía", salvo patológicos desdoblamientos de la personalidad, pocos conflictos deben plantearse llegado el momento de la disolución del matrimonio. Porque el "autocontrayente", si pensó, como Oscar Wilde, que amarse uno mismo es el principio de una historia de amor eterno, puede caer en el desengaño de sentir aversión hacia sí mismo después de haber proclamado el "autoembeleso". Verdad es que la caridad bien entendida empieza, que no termina, por uno mismo. Y que los "sológamos", que se aman tanto a sí mismos, harían no poco bien con el amarás a tu prójimo como a ti mismo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios