Carta del Director/Luz de cobre

El Casco Histórico, un barrio a recuperar

El Centro se niega a creer que no tiene futuro, porque su pasado fue grande y lo que queda por llegar no tiene porque ser diferente

Las Puras es el mejor de los escenarios para pregonar el Casco Histórico. Y el lunes, ante la invitación de la Asociación de Vecinos, que preside con acierto Magdalena Cantero, tuve la oportunidad de hablar de este barrio ante un auditorio diverso y comprometido en la mejora y en la búsqueda de futuro de una de las zonas más hermosas de la ciudad. Un barrio que, con más o menos luces, siempre tiene algo de mágico. Y es que cuando uno entra por sus callejuelas, el embrujo de sus luces y sombras, de sus volúmenes -esos cubos blancos caprichosos, de aristas dulces, redondeadas, enganchados casi milagrosamente al terreno-, el color de sus geranios, el sabor de las especias de sus guisos, de los gurullos, del ajo colorao, de las migas o el aroma, en fin, de sus jazmines y galanes de noche, nos transportan a un mundo que fue y que permanece para ofrecernos futuro. Te sientas en cualquier rincón con sabor medieval, en un callejón diminuto o en una escalinata cualquiera, a ser posible a la sombra, y das rienda suelta a tu fantasía. Hay algo que te embriaga y te cautiva y ata tu corazón a este lugar. Los que somos de pueblo, y esta zona mantiene intacto gran parte de su embrujo, lo sabemos y lo saben todos cuantos -con muy buen gusto- eligen pasar por aquí o vivir de forma definitiva, que por fortuna cada vez son más.

El casco histórico ha mejorado y se ha enriquecido porque sus habitantes han sabido combatir la desidia con la defensa armónica de sus raíces y de su historia. Cada tierra elige su camino. Y, afortunadamente, el centro se mantiene, lucha contra su destino. Se niega a creer que no tiene futuro, porque su pasado fue grande y los tiempos venideros no tienen porque se diferentes. Desde los tiempos de Jairán, aquí no se echa a nadie, sino que todos son recibidos con los brazos abiertos. El espíritu noble y leal de este barrio no sólo está grabado en su geografía o en sus piedras. Está dentro de cada uno de sus habitantes. Y eso ha hecho posible la convivencia entre nativos de aquí y de allá, que enriquece y alimenta sus esencias históricas. No hay palabras para cantar las excelencias de un barrio con solera: tiene sol y mar, sí, como otros lugares de España, pero tiene algo más. El centro tiene algo que lo hace único, y que es difícil de definir sólo con el lenguaje que brota del cerebro. Para expresarlo hay que recurrir al lenguaje, más sugestivo, al que sale del corazón. Con el corazón en la mano, decimos que el casco histórico tiene encanto, magia, embrujo, solera, duende, historia, fantasía, sosiego, espíritu, emoción, ensueño, leyenda, inspiración y, sobre todo, mantiene la armonía entre su pasado y su presente. Y eso le garantiza un futuro esperanzador. Si lo cuidamos y lo vamos recuperando, aquí podremos beber hasta embriagar nuestro espíritu con mil recuerdos. Aquí puedes pasar las mil y una noches más felices que puedan imaginarse

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